Año del Perro

Franklin Barriga López

Comenzó el 16 de febrero, de acuerdo con el calendario chino que proporciona relevancia a ciertos animales, según la leyenda y tradición enmarcada en el budismo.

Según esta fuente, el año en curso vino acompañado de predicciones positivas: satisfacciones espirituales y materiales, empatía y justicia social, generosidad y tolerancia. ¡Qué gratificantes suenan en nuestro país estas palabras, luego de una década de mal gobierno, insolencia, propaganda desorientadora, autoritarismo y rapiña!

La valoración de la imagen del perro, tanto en Oriente como en Occidente, es reconocida como sinónimo de compañía, estabilidad, lealtad, protección; alecciona en varios aspectos.

En la Grecia clásica quedó perennizada por Homero la imagen de Argos, el perro hogareño que falleció feliz, moviendo la cola, luego de esperar y reconocer a Ulises u Odiseo cuando, disfrazado de mendigo para evitar las malas artes de sus enemigos, retornó a Ítaca, al cabo de veinte años de ausencia.

Otra referencia emblemática respecto a la fidelidad del perro protagonizó Bobby, en Escocia, en el siglo XIX. Este canino hoy tiene una estatua en Edimburgo por lo siguiente: permaneció catorce años cuidando y velando la tumba de su amo, el policía John Gray. Los moradores de esa ciudad, asombrados por el proceder en referencia, tomaron a su cargo el cuidado de este mastín, desde los primeros días que se dieron cuenta de ese asombroso comportamiento, hasta que pereció por causas naturales y ser inmortalizado de la manera indicada. Por impedimento legal, no pudo ser enterrado en la sepultura de su dueño.

El Año del Perro induce a que se valore de mejor manera la presencia de las mascotas en el bienestar de los seres humanos; a veces, sobrepasa los linderos del sepulcro.