Dislocado

Por: MIGUEL ÁNGEL RENGIFO ROBAYO

Me parece atrevido y dislocado socapar lo insensato de ciertas actitudes de espontáneos, no se a que criterio se autodenominan “filósofos” “historiadores” “cronistas” “escritores” o “poetas”; algunos oficios de la cultura han denodado un deprimente trato y maltrato pero eso no significa que no existan la defensa íntegra de estos trabajos de lo intelectual, a riesgo de ser un espasmo vago intrascendente o que raya en lo ridículo –puesto que las intenciones de parecer, de aparentar, no prevalecen-, merece esta reflexión porque llama la atención como estas actitudes desdibujan lo ampuloso de llamarse así.

No creo que tengan resonancia estas intenciones por muy buena voluntad que existiese, no se si existió la posibilidad del rigor académico o el profundo estudio de estos oficios, no imagino a Sartre, o Kierkegaard, Kant, Espinosa, autodenominándose filósofos y rubricando tanto alarde falso; ese cinismo espontáneo a más de indiferencia no merece sino criticar esa actitud.

El café 88 fue un referente mayúsculo de la dinámica cultural y de Latacunga en las décadas finales de los 70 e inicios de los 80, el epicentro cultural que acogió a personalidades de la talla de Pedro Jorge Vera, Agustín Cueva o figuras literarias como el grupo literario “Caminos”, el germen de la revolución cultural y literaria que fue “Galaxia”, esa iniciativa no ostentó tanta bulla y petulancia arribista de seudo intelectualoides e impostores culturales que dicen y des dicen esta labor sensible y propia de la condición humana; acierto con Borges en que es mérito la sencillez de ante todo ser un lector consumado, porque incluso la erudición no es tan infalible a cierto tiempo.

Lo deprimente es que son legibles los nombres y los impulsos de estos personajes que no han sido, incluso, consecuentes con el respeto a un nivel primario y elogiable de personalidades que han demostrado hasta la saciedad su compromiso y honestidad intelectual y que si merecen reconocerlos como tal, por eso este reproche sentido y lamentable, porque no puede ser tan descabellado que así porque sí se autodenominen filósofos consumados, no por el hecho de tener una cámara o ensayar versos escuálidos ya somos fotógrafos o escritores, es pobre y mediocre ese criterio.