Euler Granda: eterno

Por: Sara Serrano Albuja

“Dónde estarás/ estará aguacerando/ o haciendo sol en ti./ Por qué calle, con los labios partidos/bajará a tomar agua/ tu piel en otra piel”, escribías así, Euler, para decir tu amatoria nostalgia. Dicen las noticias que te has ido. Yo no creo esa dulce y triste mentira. Eres ya eterno, como tu poesía apasionada. Viven tu sensibilidad, tu desparpajo estético, tus líneas coloquiales, risueñas, irónicas. Frases maestras, insólitas e irreverentes con las que amé y soy: Tengo en mi almohada tus ‘Anotaciones del acabose’ con tu dedicatoria: o sea, tengo un ángel. Tengo tus ‘Poemas con piel de oveja’, el poemario “que trata de unos gatos”. Tengo tu ‘Relincha el sol’ y tu antología. Le hablabas tan desde ti a la vida: “Que alce la mano/ el que haya visto alguna vez al pueblo/ prendido de la teta./ Para variar,/ al pueblo eternamente le tocó/ privatizar el hambre,/ modernizarse en la forma de morir,/ hacerse solidario con los piojos/”. A tu cuerpo, por ejemplo, le decías: “mi búho con rinitis”, “mi diablo de la guarda”. Poeta de los decires cotidianos, de la caída y limpia, del desmadre, de la ciudad que duele y sueña, de la soledad que lastima: “…en dónde está la pulga/ que parió el dinosaurio de la soledad”. Tus poemas son apasionados corceles, quindes que no se pierden ni una gota apetecible y dolorosa de la vida: “caminos por donde me arrastré/ camas donde dormí,/ luciérnagas con las tripas afuera/ muñones de colibrí./ Violines desollados como puercos,/ nombres,/ recetas médicas, /relojes desbocados:/ ni más ni menos,/ así me fueron sacando palabra por palabra/ así me fueron sacando este poema.” Te digo, Euler, que hoy he vuelto a releer tus poemas y huelen a palpitante vida. Siento querer ser, por un instante, las piernas que amaste: “Donde, /cómo, /cuándo, /por qué tú/ y no otra persona./ Qué mes será en tus ojos, /qué hora será en tu vida, /qué pensarán de mí tus piernas” o esa intensa presencia: “desde la calle entran a mi espinazo,/ tus piernas dando gritos”. Así como tu “sangre boquiabierta”, así brilla tu corazón, poeta que no has muerto.