Gallo Ilustrado

MIGUEL ÁNGEL RENGIFO ROBAYO

Esto de la literatura vino muy temprano, para ser exactos en la primera infancia, dicen los psicoanalistas que los recuerdos que uno nunca dejará de rememorar a lo lago de la vida humana son los comprendidos entre los cinco hasta los siete años, en ese reducto de la memoria, en esa pequeña “alba” (preludio donde se divide la noche y el día es donde están los mejores recuerdos, entre esas mismas edades es donde el ser humano aprende a distinguir el mundo simbólico y el subjetivo, la motricidad fina y compleja están supeditados en la escritura y la lectura –en ese orden- estrictamente primero a grafiar y reconocer los signos y comprender los símbolos.

Bajo el escritorio me escabullía a revisar atlas, enciclopedias ilustradas de fauna y flora de seres imaginarios, de ficciones propias y aventuras que empezaron por Salgari, Verne, Allan Poe, desordenado, inocente, ingenuo vino la literatura como a todo niño, con esa magia que no había corroído la televisión sino en forma mínima, lo afirmo porque frecuentaba de la mano de mi padre la sala del cine obrero para fascinarme con personajes inevitables como “El Chico” de Chaplin, “El ladrón de bicicletas”, y una lista interminable que no pudo así la radio a través de imaginar los mundos en series radiofónicas de súper hombres y aventuras inimaginables de la época de oro de la radio.

Imagino esas primeras lecturas y coincido que siempre habrá una nueva alternativa para no dejar esa senda, la imaginación y la memoria; también en la complicidad de colegas de arduo oficio empecé a deambular y completar lecturas a pesar de lo restringido de la novísima literatura incluida la iniciación de los talleres literarios y de periodismo de Pedro Jorge Vera, Abdón Ubidia, Edwin Madrid, luego conversaciones sentidas con la talla de Jorge Enrique Adoum, José Saramago, Alfredo Bryce Echenique, la estrecha amistad con Marco Antonio Rodríguez, los hermanos Leonardo y Franklin Barriga López, Carlos Villasís Endara, Raúl Armendáriz, o la siempre hermandad de poetas como Xavier Oquendo Troncoso, Gabriel Cisneros Abedrabo, y una lista interminable que han motivado el inicio de los talleres permanentes bajo el nombre de “El Gallo Ilustrado”; estamos todos los que son y los que están.