El mismo carrusel

Daniel Marquez Soares

Ecuador no tuvo socialismo del siglo XXI. En la década pasada la ideología jamás fue uno de los factores en juego. Correa era un desarrollista con cierta vena social, tendencia al autoritarismo y cierto condimento siquiátrico. Sus allegados encarnaban un ecosistema ideológico horrorosamente diverso: socialistas radicales, burgueses ecologistas, empresarios rentistas, caudillos locales, conspicuos burócratas. Lo importante, entre gobernantes y electores, no eran los principios políticos, era el odio.

Hasta el final el anterior régimen invocaba el recuerdo de “los mismos de siempre” y “los dueños del país”; traía a colación el feriado bancario e insistía en su “prohibido olvidar”. Era lo único que funcionaba. El surgimiento de Correa, la victoria de su constitución y su vitoreada concentración del poder fueron producto de ese odio de larga data que los ecuatorianos sentían por su clase política y del que otros candidatos ya se habían beneficiado. Si odiabas a la partidocracia, a la oligarquía, a la burocracia omnipotente y a los arquitectos del sistema, votabas por Correa y punto.

Aunque se ganen elecciones es imposible gobernar. Alianza PAIS vivió una permanente balcanización ideológica: atomización, separatismo y enfrentamientos internos. Ante esa ausencia de un proyecto común, la única forma de mantener algo parecido a un gobierno era apelar a los más primarios deseos de poder y lucro. El régimen nos acostumbró a funcionarios todopoderosos y al más ofensivo saqueo. No eran más que la comprensible y previsible repartición de feudos y de botín en aras de la gobernabilidad.

Ahora empezamos una vuelta más en el mismo carrusel. El gobierno actual y el antiguo mandatario tuvieron la fatal ocurrencia de convertir al referéndum y la consulta popular en una especie de encuesta de aceptación de Rafael Correa. Así, lo único que tienen ahora en común los ganadores es el odio al expresidente. Pero eso no basta para gobernar. Reciclado, reinventado y converso, el partido del presidente Moreno tiene menos fondo ideológico que el de su predecesor. ¿Cómo hará para no desintegrarse o, peor aún, consumirse otorgando dádivas?

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