Un amigo que se fue

FAUSTO MERINO MANCHENO

Se contenta con lo que tiene. Si tiene más, mejor, si tiene menos no se queja. Come lo que hay, no tiene la voracidad de otros y no come de la comida ajena. No roba a menos que esté muerto del hambre y no se aprovisiona sino de lo más indispensable. Es cariñoso con todos, nunca está de mal humor y cuando le duele algo no lo anda delatando, gimiendo y enterando a todo el mundo de su dolor. Cuando hay oportunidad tiene algún amorío y varios si se le presenta la ocasión, pero no viola ni a mayores y peor a menores. A menos que tenga sangre de asesino o de criminal o haya sido entrenado para eso, no ataca a nadie, no hiere, no mata.

Puede dejársele una fortuna de oro y no lo roba, la cuida, la protege. Siempre le da la bienvenida a su amigo, jamás está enojado. No te traiciona, ni vende, ni se cambia de camiseta al mejor postor. Es el más fiel compañero. Te puede acompañar hasta la muerte y quedarse sentado meditando la tristeza sobre tu tumba esperando verte de nuevo. Te acompaña a donde quieras llevarle, no da pretextos para no hacerlo y es el mejor compañero para visitar la madre naturaleza. Vive con el sol, con la lluvia, con las olas del mar; el árbol es el mejor confidente de sus riñones y con su olfato puede hasta descubrirte que estás enfermo con algún cáncer.

Es nuestro amigo perro. El que nos acompañó 15 largos trechos de existencia. El que disfrutó de todo y el que se entristeció por aquellos amigos y parientes que partieron. Las almas de los cuales, él, sólo él, detecta en ciertas noches y les gruñe o les bate su cola para decirles, todavía vivo, todavía estoy acá, a lo mejor pronto les acompañaré. A este Ringo, dorado y encanecido amigo lo acompañé hasta su dulce sueño final, al que él sabía perfectamente que lo llevaba porque me miraba con sus ojos que apenas podían ya distinguirme, con esa mirada tierna que solo ellos tienen y con ese ademán de mover su colita cuando ven a quien quieren. Para él, esta misiva. Seguro que la lee o la interpreta, o algún ángel de su paraíso le musita y le traduce a su oreja.

[email protected]