21 pisos

Hay en algún lugar perdido en este inmenso cosmos, una calamitosa coincidencia entre lo bueno y lo malo. En donde primitivas bestias pelean sus ganas por un trono de 21 pisos que avalancha sus signos a las gentes traviesas. Tenemos la fortuna de ser dueños de la dirección de un lapso en el tiempo, un lapso tan finito como increíblemente complejo, que nos ha hecho perder la cabeza ante la masiva ola de información, que a esclavizado a nuestra política de forma brutal.

Respectivamente, existe una crisis humanística. Ya no hay poesía, no hay sinceridad en las canciones y los artistas pasan sus días detrás de un lienzo que es parte del enredado mundo en el que vivimos. ¿La respuesta? nuestra histórica experiencia, en donde crisis como ésta se llevaban de la mano con la aparición de la filosofía, dedicada a especular acerca del camino más seguro para preservar la sanidad y confianza en la voluntad del hombre. Hoy, el problema viene del continuo flujo de información que sale a la luz cada segundo; consecuentemente, como homo-sapiens necesitamos tiempo para adaptarnos al nuevo ambiente, entender su clima, su altitud, su resistencia y sus puntos débiles.

Así, en un mundo en donde la paz se balancea en la interminable ruleta rusa de la economía, no existe el dinero necesario para alentar a los científicos, físicos y filósofos, necesarios para combatir a la nube negra de confusión que se abre paso entre el caos de tecnología y la innovación corporativa. Conllevando a pandemias que amenazan la salud pública como la depresión.

Recordemos que los momentos más gloriosos de nuestra civilización llegaron cuando poníamos más atención a las artes médicas y filosóficas, que nos regalaron la confianza para levantar la sociedad en la que vivimos. No la dejemos caer cegados por la confusa aparición de oportunidades que aún no sabemos si nos llevaran a la sombra, o a la luz perpetua.