Entrevista: Santiago Peña Bossano habla sobre su novela ‘Mindotown’.

Autor. Trae una trepidante historia donde marca el camino hacia la escritura.
Autor. Trae una trepidante historia donde marca el camino hacia la escritura.

El escritor quiteño publicó su primera novela, ‘Mindotown’. Lo poético es recurrente en su pluma.

En fin de año, Santiago Peña Bossano se maravillaba con el baile de un gringo, quien vestía una falda. No lo conocía, pero terminaron recibiendo al nuevo año en un bar, junto con turistas, poetas y artesanos.

Esta escena la vive después de haber publicado su primera novela, ‘Mindotown’ (Manzana Bomb Ediciones), donde estas alucinantes escenas resultan toda una epifanía.

Roberto, un jubilado sesentón, y Santiago, un veinteañero con ansias de ser escritor, se encuentran en la carretera y emprenderán un viaje que les permite (re)conocerse con ellos mismos.

Peña Bossano, joven escritor que empieza a embestir como Mohamed Alí en el cuadrilátero de las letras, comparte su perspectiva en torno a su novela.

Roberto, entre sus reflexiones, piensa que “hay cosas que no deberían decirse”. ¿La literatura permite expresar esas cosas?
De alguna u otra forma, esa reflexión es acertada. La literatura parte de que se debe romper con las ideas de miedo, de represión, de todo lo que te pueda frenar. Creo que la literatura, el arte en general, te permite sacar el lado más oculto, más sensible; el lado que en lo cotidiano no se termina mostrando. Todos tenemos un espacio de perversión, mínimo o grande, de miedos o deseos, y todo eso pienso que termina revelando la literatura. Eso sí, muchas de las cosas sublimadas en la escritura no necesariamente son personales, pueden ser también inventadas. Hay un espacio para la verdad y la mentira.

La mentira es una herramienta de la imaginación…
Utilizar la mentira me parece una herramienta muy válida. Cuando a Juan Carlos Onetti le preguntan a qué edad empezó a escribir, él respondió que desde niño, cuando le mentía a su mamá. La literatura, el arte, la poesía, todas estas expresiones son auténticas, pero las emociones no suelen venir de la vida real, porque la vida real suele ser aburrida. Debajo de lo real está esa epidermis donde fluye la sangre, y que para que corra termina acoplándose una mentira. En ese sentido, concuerdo con Onetti.

Si miramos a Roberto, ¿se lo puede ver como una moneda donde una cara es la sensatez y otra cara la derrota?
Quizás, la sensatez por la vida propia que ha llevado, una especie de burócrata que se acopló a una vida cómoda, pero que no te agrada. La sensatez es lo que se quiso revolcar al final con la novela. En cuanto a la derrota, eso es más visible: él se siente un esqueleto abandonado sin enterrar. Volviendo a la sensatez, también puede verse en su bondad, en recoger a los vagabundos y perdidos de la carretera.

Justamente, tu novela da sentido a ‘esa confianza por la bondad a los desconocidos’ que se plantea en ‘Un tranvía llamado deseo’…
Del ‘Tranvía’ solo conozco la versión adaptada de Los Simpson (ambos reímos por un instante). Sabes, eso de la bondad de los desconocidos es válido, así implique un riesgo, y un riesgo tanto para el que te recoge en su auto como para quien se sube. Son los riesgos que se deben tomar. Como autor pienso que la posibilidad de la experiencia te da una posibilidad hacia la escritura. Soy de los que piensa que debes conocer todas las posibilidades de existencias, y de los extremos. Hay que pensar que dentro de las posibilidades no solo hay maldad: también existen las buenas intenciones.

“El hombre enamorado es fiel a la mujer incluso cuando le es infiel”, escribes. En la fidelidad, como que el hombre piensa con las ‘bolas’, mientras que la mujer es más de entrañas…
Concuerdo contigo, aunque hay que señalar que podría decirse lo mismo de la mujer. Lo que pienso es que la mujer enamorada es difícil que sea infiel, y el hombre como que no piensa con la cabeza en esas situaciones. Ahora, sea por parte del hombre o de la mujer, pienso que una infidelidad donde el cuerpo se desfoga es como masturbarse. Lo complicado es cuando los sentimientos se comprometen: ahí pienso que la ruptura es inminente.

Esa llegada a Mindo hasta culminar en un rito chamánico parecería ser el trance que uno hace para convertirse en escritor. ¿Es así?
A mí me pasó algo particular cuando estudiaba la maestría en España, cuando leía ‘Canto a mí mismo’, de Walt Whitman, el sentir que el tipo tiene una absorción de todo lo que le rodea, el sentir que el pueda caminar por una pequeña calle y referirse al mundo entero. Con esa lectura y en mi soledad, con mis pensamientos, pude hacer una introspección. Llegué a un estado de comprensión del mundo, de entendimiento estético, lírico si quieres. Debo agradecer cuando una rama me tocó al caer en un otoño: fue como una luz. La pregunta que me haces es el resumen de la novela y el resumen de ‘Estética de la indolencia’.

Ahora que hablas de introspección, recuerdo que ese es el enganche de tu novela. La introspección que realizas de Santiago y Roberto es lo que persuade al lector. ¿Lo pensaste así desde el inicio?
Mira, no tengo 65 años, no estoy jubilado, pero no se debe vivir algo para escribirlo. Sí, recuerda que soy de los que cree que se debe experimentar de todo, pero recuerda también lo que hablamos de la mentira (risas). Creo mucho en los arquetipos de Platón, una mesa es una tabla sobre cuatro patas. Lo mismo juego con las emociones: pienso que el enamorado de 14 años siente lo mismo del que siente 60 años. Por eso acudo a la introspección, para fijar bien el objeto o el sentimiento al que quiero referirme.

“Hay quienes creen más en la Poesía que en la escritura y se dedican a vivirla”. Tú tienes una gran carga poética. ¿Por qué Santiago Peña no es poeta?
Esa frase es un fragmento exacto que también está en ‘Estética de la indolencia’. Vaya… Uno decide el soporte en el que se expresa. Pienso que no importa si eres músico o narrador, si eres fotógrafo o escultor, que lo poético puede encontrarse en cualquier parte. Eso sí, hablamos de la Poesía, con P mayúscula, donde habita esa electricidad de percibir el mundo desde un sentimiento lírico.

En el libro dices que ‘los periodistas saben de todo y nada hacen bien’. ¿Qué decir del escritor?
Buena, me agarras en curva. Es maliciosa la pregunta (ambos volvemos a reír). Pienso que los periodistas cumplen muy bien con su trabajo…

No trates de salvarte ahora (vuelven las risas)…
En verdad, el periodista hace de todo, pero lo hace desde lo superficial. Quizás, generalicé; pero me refiero a que un día entrevistas a un político, otro a un médico, y al otro día a un artista… Así te permiten aproximarte a los hechos, pero muchos no se especializan. Para mí, sí es importante especializarse. Soy narrador, me enfoco más en la narrativa, leo más narrativa y me preparo, trato de conocer toda su tradición. Esto no impide que la poesía te ayude, o que las estructuras del cine te permitan armar una historia antes de que te leas seis novelas; pero sí considero que es importante especializarse en algo.

‘Mindotown’ trae una reflexión sobre la esperanza, ¿la consideras como la piedra del zapato del presente?
Creo que la esperanza es un embuste, un truco. Siempre esperamos todo y no debería ser así. La esperanza te quita el momento inmediato porque se enfoca en el futuro. (DVD)

FRASE

Lo poético puede encontrarse en cualquier parte”.

Perfil

Santiago Peña B.

° Escritor y catedrático ecuatoriano (Quito, 1990). Ganó el Premio Aurelio Espinosa Pólit, género ensayo, con ‘Estética de la indolencia’. Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense de Madrid. Dirige Cactus Pink Ediciones y Kafka Escuela de Escritores.