Nuestra Revolución Ciudadana

Víctor Cabezas

Durante los últimos diez años, Rafael Correa se empeñó en meternos la idea de que la Revolución Ciudadana era de todos los ecuatorianos, que trascendía a una persona o un partido político. El eslogan: ‘Revolución Ciudadana’ fue objeto de una amplísima inversión de recursos económicos y mediáticos. En cada escuela, en cada carretera, en cada obra e inclusive interrumpiendo nuestra atención mientras veíamos los partidos de fútbol de la Selección, la propaganda Estatal vinculada al posicionamiento de esta marca se convirtió en un pan de cada día para los ecuatorianos.

Recientemente los disidentes de Alianza PAIS han querido formalizar la constitución del Partido Revolución Ciudadana. El CNE no lo ha admitido señalando que se estaría incumpliendo el artículo 11 del reglamento para la inscripción de las organizaciones y movimientos sociales, pues está prohibido utilizar logos de movimientos que ya existen.

Pero al CNE se le olvidó considerar algo esencial: que la Revolución Ciudadana es de todos. Si se construyó ese eslogan abusando del dinero público, si todos contribuimos a que aparezca en cada rincón de la patria, ¿cómo ahora unos cuantos trasnochados pretenden apropiarse de ella?

Que los disidentes correístas quieran hacerse de la Revolución Ciudadana es ilustrativo y decidor. Es indignante. Nos muestra que jamás entendieron la diferencia entre el bien público y el privado. Entendieron que el Estado era su hacienda y que mientras se viera concreto y obras podían abusar, podían apropiarse. Jamás entendieron qué significa administrar la cosa pública.

No, señores disidentes. No pueden fundar un partido político con ese nombre. No pueden porque ese nombre fue construido con dinero de todos y, al menos en apariencia, el Estado dejó de ser su piñata. Ahora, no todo está perdido para ustedes. De hecho, sería saludable y decoroso venderles esa marca. Cuantifiquemos cada rótulo, cada segundo en radio y televisión donde se la anunció como una aplanadora. Calculemos y cobremos. Si quiera que les cueste, por respeto a la ciudadanía, iniciar su agrupación política desde ‘cero’.

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