Por: FAUSTO MERINO MANCHENO
La lealtad es una virtud que consiste en la obediencia de las normas de fidelidad, honor, gratitud y respeto (en toda circunstancia y más aún cuando existen condiciones adversas) hacia una persona, familia, comunidad, institución o patria. Por esto, es muy respetable la lealtad sincera (casi adoración) de ciertas figuras directivas del que fue sólido movimiento Alianza País, hacia su Presidente vitalicio, hoy expresidente de la nación, Rafael Correa Delgado, Y también, es más respetable todavía la lealtad que profesan miles de seguidores que persisten en creer en él, en su proyecto, y que no han recibido ningún cargo burocrático, contrato o canonjía.
Y no se les puede acusar de traidores a los miles de partidarios que se han dado cuenta-aunque tardíamente- de los errores cometidos por la llamada revolución ciudadana, en estos diez años que nos gobernaron. A este respecto vale anotar una frase del escritor y filósofo brasileño, Paulo Coelho, cuando dice “No hay nada peor que aquellos que confunden lealtad con la aceptación de todos los errores”. Lo que es deplorable, casi repulsivo, es la conducta de ex colaboradores y ex amigos que ahora se mantienen como neutrales sin decir pio, ni a favor ni en contra, mientras antes, casi comían de la mano del jerarca y bendecían el sitio donde éste pisaba.
Y de igual manera, altísimos funcionarios antes fieles servidores de Correa que hoy se mantienen en otros altos cargos, públicamente han manifestado su discordancia con acciones del Ex presidente que antes, públicamente también, elogiaban hasta la euforia. No son dignos de tomarse en cuenta entre los leales.
Qué lástima que la lealtad –al menos en política- sea una práctica no acostumbrada. Por ello, vale reproducir unas frases de algún ocurrido humorista, cuando aconseja de este modo: “Amigos: recuerden que, si quieren fidelidad compren un estéreo; y si quieren lealtad, consigan un perro” Y en esta última línea tiene toda la razón; no hay más leal y fiel compañero del hombre, que su amigo perro.