Somos vivísimos

POR: Fausto Jaramillo Y.

Los ecuatorianos, al parecer, sufrimos de una crónica enfermedad que nos afecta a todos quienes vivimos en este territorio: es la “prepotencia intelectual”, o comúnmente llamada: “viveza criolla”.

El principal síntoma de esta enfermedad es la de suponer que nuestro cociente intelectual es superior al de todos los mortales, compatriotas o no, que habitan este planeta; eso nos permitiría actuar como quisiéramos sin que exista peligro que nuestras trafasías y mentiras sean descubiertas, porque el otro no tiene la capacidad intelectual de tomar consciencia del timo con el que hemos actuado.

No es nueva esta pandemia: existe desde mucho tiempo atrás y no hemos sido capaces de inocularnos la vacuna y superar la enfermedad.

El problema mayor se visualiza cuando la persona que sufre este mal ejerce algún cargo público de importancia, pues, los efectos de sus actos trascienden el ámbito personal y afectan a toda la colectividad.

Un ejemplo de esta enfermedad estamos viendo en la Cancillería ecuatoriana, donde la Secretaria de Estado actúa como si los funcionarios de otros países fueran bobitos que no podrían entender y sopesar sus “jugadas”.

Primero fue el intento de nominar al ex Abogado del anterior gobierno para el cargo de Embajador ante el gobierno de los Estados Unidos. Pensó, tal vez, la Canciller que el Departamento de Estado de aquel país no conocía las declaraciones y actuaciones del postulante y que le darían el beneplácito, sin obstáculo para su designación. La realidad le demostró que no sería aceptado dicho nombre. En la misma línea, hace poco, el gobierno de Italia rechazó el nombre del antiguo Presidente del directorio del IESS, quien fuera defenestrado por la Contraloría y enfrenta acusaciones por ciertos manejos en la desaparición de fondos en los balances de esa institución.

El caso más reciente es el de otorgar la ciudadanía al australiano Julián Assange, quién nunca ha pisado nuestro territorio ni ha prestado servicios al Ecuador, pero que enfrenta cargos de abuso sexual en Suecia y que permanece desde hace años asilado en nuestra Embajada en Londres.

Como si esto fuera poco, la Canciller ha pedido al Reino Unido, el beneplácito para que este ciudadano sea acreditado como funcionario de la Cancillería en dicho país y pueda gozar de la inmunidad diplomática. La oficina de Foreign Affairs, es decir la Cancillería británica, ha rechazado dicha pretensión.

¿Qué piensa la Canciller? ¿Cree acaso que las oficinas de aquellos países no conocen de cerca lo que acontece en todos los países del mundo? ¿Cree acaso que no saben de los procesos judiciales que se siguen a funcionarios públicos ecuatorianos y que por lo tanto, dichos ciudadanos enfrentan acusaciones graves?

Creo, más bien, que la Canciller ha sido contagiada de esta enfermedad y que por lo tanto nunca imaginó que los funcionarios extranjeros iban a entender sus “jugadas maestras”, y por supuesto, triunfaría la viveza criolla.

Una lástima para el Ecuador.