La horas

Andrés Pachano

¿Antaño cómo se anunciaban las horas en la ciudad?, es una incógnita muy poco conocida, es una de esas historias ciudadanas que por habitual, por ser parte de la costumbre de la urbe: se olvida.

Isaías Toro Ruiz (recordado Cronista de la ciudad) nos hace acuerdo que en el año de 1847 ya la municipalidad viene pagando un “…campanero, quien dará las horas a golpe de martillo, en una campana colgada en el umbral de la Casa…” ; este empleado del cabildo, viendo el reloj de mesa dentro de la sala municipal, daba repiques cada hora, comenzando a las 6 de la mañana, hasta las 4 de la tarde, “… hora esta en que se acaba el movimiento comercial y oficinesco…”. En rigor fue entonces el primer reloj público de la ciudad.

Avatares de la política, proporcionaron a la ciudad el primer reloj mecánico. Cuenta Celiano Monge (también Cronista Oficial de la ciudad) que, jóvenes ambateños en horas de una madrugada, propiciaron la fuga de prisión de “…Don Juan Aguirre Montufar, quiteño preso en Ambato…”, dicho señor en gratitud donó 300 pesos al cabildo para la compra de un reloj en Francia, el que costó 400 pesos, sufragando la diferencia el municipio. Pobrezas, desconocimientos de “…estas artes de relojería…” hacen que este artilugio se instale en una torre recién en el año de 1868, a los cuatro años de su donación. Este reloj, con enormes sobresaltos y averías, había acompañado la rutina de los ambateños hasta su reemplazo por uno nuevo de cuatro esferas que “…para conmemorar el centenario del 10 de agosto de 1809…”, se lo instalaría en la nueva torre construida en el Palacio Municipal. Luego sería trasladado a la novel torre de La Matriz, estructura que duraría hasta su destrucción en el terremoto del 49.

No sé desde cuándo, muchos marcamos nuestro diario compás con la “Sirena de la Vicentina”, nos despertábamos a las 6 de la mañana con su estridencia, sonaba a las 7, a las 8 y a las 11 de la mañana recordando rutinas; anunciaba las 12 del día, la 1, 2 y 5 de la tarde; las 6 era la noche y a las 10 nos llamaba a dormir. Contó venturas y tragedias; toques de queda y revueltas; y … cada 31 de diciembre quemaba al año viejo.

La ciudad decía así sus horas.