Las fisuras de la democracia

Jaime Durán Barba

En las sociedades contemporáneas tendemos a respetar al otro justamente porque es distinto, no buscamos llegar a sociedades entrópicas en las que se supriman las diferencias. La sociedad plural lleva a la existencia de grupos políticos que defienden los diversos intereses y visiones de la vida que existen, a condición de que no se trate de imponerlos a toda la sociedad.

En nuestros países las personas sienten emociones, sueñan, creen en mitos y habitan en mundos diferentes. La existencia de esas diferencias enriquece la vida. El conflicto político expresa esas fisuras, existe y debe ser regulado por la democracia, que solamente es un sistema que organiza las contradicciones propias de la lucha por el poder para se resuelvan de manera pacífica y civilizada.

La democracia debe estimular la existencia de diferencias y canalizar los enfrentamientos. Funciona cuando los ciudadanos pueden elegir periódicamente autoridades que representan a mayorías coyunturales, que llevan a la práctica sus propuestas, mientras proporcionan a las minorías todas las garantías para que puedan disputar el poder.

Es torpe afirmar que en un Congreso existe una dictadura de la mayoría: el respeto a lo que resuelve la mayoría es lo que impide que existan dictaduras. Las minorías tienen el derecho a debatir para intentar que sus puntos de vista sean acogidos y a trabajar para convertirse en gobierno si conquistan la voluntad de los electores. Es también equivocado decir que la democracia fracasó porque no ha terminado con la injusticia, la enfermedad y la muerte: no es una panacea, es solo un sistema que regula la lucha por el poder.

Cuando un presidente democrático ofrece unir a los habitantes de su país, no puede pretender que desaparezcan las diferencias y que nadie discuta con nadie. Al contrario, debe fomentar la diversidad, el pluralismo, la libertad de pensamiento y de expresión, para que podamos unirnos en la diversidad. La garantía a la diversidad tampoco puede atentar en contra de los derechos de los demás.

Para que la democracia funcione es indispensable la división de funciones que impide la concentración del poder. No cabe que un juez se crea oficial de policía, ni que un una oficina de la Presidencia redacten las sentencias de los juzgados. Algunos líderes autoritarios se creen dueños de la verdad. Este tipo de dirigentes divide lo existente entre la verdad que ellos conocen y la mentira en la que creen los demás, que debe ser aplastada.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.