Arte y basura

Pablo Escandón Montenegro

Quito es una ciudad museo. No cabe duda. Por ello, tenemos turistas y nos hemos ganado continuamente los “Oscar” al turismo. Iglesias, conventos, plazas, en fin, mucho patrimonio tangible e innumerables expresiones sociales y culturales nos hacen dignos de ser una ciudad museo.

Pero ahora, en estas últimas semanas y meses, hemos tenido una nueva propuesta que viene desde la propia Alcaldía para hacer de la ciudad un museo con los objetos de cada uno de los ciudadanos.

Esta propuesta de arte contemporáneo se la puede encontrar en calles, plazas, parqueaderos y todo espacio donde se puedan exhibir los objetos más íntimos de los ciudadanos: papel higiénico, recipientes, ropa, restos de comida, es decir, lo que cotidianamente usamos los pobladores de la ciudad.

¿Cuál es la finalidad de esta exposición? Mostrar cómo somos los quiteños, cómo somos en nuestras prácticas cotidianas. De esta manera hacemos un trabajo de antropología y arqueología vivas, para reconocernos en nuestras coincidencias y mirar nuestras diferencias.

A estas muestras de los objetos cotidianos se incorporan actores y actrices ocasionales muy importantes en la diseminación de las obras, pues son los encargados de hacer una verdadera curaduría con los objetos, ya que los más llamativos y valiosos serán transportados a un mejor lugar para su disfrute.

Con esta propuesta que linda con el performance y la instalación, los quiteños mostramos nuestra creatividad e improvisación y la hacemos permanente y escalable, pues no basta con lo que se hizo hoy, sino que mañana tiene que acrecentarse y diversificarse; esa es la finalidad del performance eterno.

Gracias señor alcalde por hacer de Quito una ciudad del museo y el performance continuos con nuestros objetos de arte-basura exhibidos para poder ganar nuevamente otro Oscar al turismo. Hay que reconocer que iniciativas así solo se ven en los Simpson, y nos reímos. Mirar la ciudad y constatar que es Springfield, no es para reírse.

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