Paralelo cero

El poeta mexicano Amado Nervo solía contar que aprendió a leer revisando el libro de recetas de su madre llamado La cocinera poblana. Y de ellas brotó la inspiración. Siendo niño comenzó a escribir y en una ocasión su hermana encontró sus versos y los leyó en el comedor. Amado corrió a esconderse mientras su padre escuchaba los poemas desconcertado. Así surgió la palabra del poeta con el ritmo único de la belleza creadora. Ese es el verdadero inciso divino del verso, el verdadero lenguaje del hombre, que al famoso Abelardo Moncayo le hizo exclamar:

“¿Qué eres inspiración? ¿Acaso el eco/de celestial, angélica armonía,/que en el espacio de la tierra vaga/el afán arrullado de la vida?…Muestras tu magia en sonrosados labios,/juegas traviesa en fúlgidas pupilas,/ágil arrobas en festiva danza,/tu poder en un talle divinizas”.

Sólo así se aprende a vivir en olor de poesía. “Ella es emanación vital, decía César Andrade, articulación del yo profundo, con la verdad circundante, con la verdad mansamente obtenida, con la verdad acariciadora, dócil, imperturbable, de todos los días”. Ese es el arte del poeta. Y eso lo han entendido: Mercedes Roffe (Argentina), Rolando Kattán (Honduras) y los ecuatorianos David Sánchez, Juan Romero, Gabriela Ponce, Carlos Garzón, Carlos Lasso Cueva, Fanny Rodríguez y Elsy Santillán Flor, poetas que nos acompañaron, el pasado miércoles en la Casa de la Cultura y que hicieron florecer la sensibilidad, la nostalgia, la perdurabilidad de la palabra, en la Octava edición del Encuentro Internacional de Poesía en “Paralelo Cero”.

Las inspiradas exposiciones que se dejaron escuchar, en un amable coloquio, en una juiciosa y atinada plática con los asistentes al teatro Imbabura, dejaron el alma anegada y enriquecida.