Esperar una prótesis

Pablo Izquierdo Pinos

“Los ladrillos no curan”, la evidencia: los turnos para especialidad demoran meses; los insumos, medicinas y prótesis escasean; las listas de espera para cirugía son de años. Pero en la propaganda no faltan ‘el teléfono rojo’ y ‘chacotas’ de burócratas que encima de sus ternos y corbatas se ponen ropa quirúrgica y “disfrazados” impúdicamente invaden espacios íntimos y sépticos. Bufones de la ficción y la selfie.

Una lectora a quien no conozco, me envía un correo en el que cuenta su viacrucis: “Estoy angustiada, ya casi no camino, vivo con analgésicos para el dolor, no duermo y por el estrés ahora tomo antidepresivos”. Lucia L.G. (nombre desprotegido por el Estado) me envía 316 páginas de su historia # 100083181 y decenas de documentos donde médicos y autoridades del hospital del IESS, Carlos Andrade Marín y del Servicio de Contratación Pública (Sercop) se lavan las manos.

Ahí están configurados: negligencia, incumplimiento de garantías y derechos constitucionales, violación al COIP, abandono de persona, error médico y mala praxis. En suma, insensibilidad, inequidad, indefensión, injusticia e impunidad.

Esta afiliada, de 63 años, desde hace 23 meses espera por una prótesis de cadera, que colocada a tiempo le hubiese dado una mejor calidad de vida y evitado todas sus complicaciones e ingentes gastos al Estado. Ella escribió cartas, tuits, oficios, llenó formularios, solicitudes, consentimientos, etc.

Caminó sola y con muletas y esperó horas para preguntar, ‘previa audiencia’ a asistentes de importantes gerentes y directores del IESS y del Sercop: ¿Por qué suspendieron la compra de prótesis de cadera? Nadie respondió. Lucía sigue postrada y sin esperanza.

Es la realidad de miles de afiliados al IESS que esperan un turno, una cirugía, un medicamento, una prótesis, pero tienen miedo a reclamar. Lamentablemente heredamos la misma estructura tecnocrática de contorsionistas e ilusionistas devenidos en planificadores de la salud, que malgastaron la plata de los asegurados en ladrillos y nos vendieron humo. Su consigna: esconder las miserias y seguir vendiendo fantasías. El derecho a la salud, convertido en un acto de compasión, en un favor.

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