Navidad en el infierno

Andrés Pachano

“Me invade una tristeza infinita esta noche…pensaba en la navidad de hace dos años cuando estaba enferma, a punto de morir en la enfermería de Auschwitz tumbada sobre mi camastro…pensaba: si pudiera resistir este invierno, en primavera seguramente seremos libres…” (Lydia Flem, ‘Cartas de amor heredadas’).

Medianoche de diciembre 24 de 1944 en Polonia, Auschwitz, la Alemania Nazi tenía los días contados; la cercana presencia de los soviéticos llenaba de pánico a los celadores de este campo, quizá ello permitió cierta “ligereza” para celebrar la última navidad en esta pavorosa morada de la infamia humana. Cuentan los sobrevivientes de estos campos que esa ‘noche buena’ “…Las mujeres de Birkenau prepararon 200 regalos de Navidad para los niños del hospital…”, los “paquetes” de regalo eran dos terrones de azúcar adheridos a una tarjeta con el nombre de cada niño. Ellos quizá serían los 180 infantes liberados en Auschwitz, de los cuales 52 tenían menos de ocho años, niños destinados a los sórdidos y mórbidos experimentos de los médicos Mengele y Schmidt.

El preso Josef Jedrich recuerda las navidades en Auschwitz “…empezaban a oírse villancicos alemanes, y entonces como olas del mar empezaban las poderosas palabras de Dabrovsky Mazurka, el himno nacional polaco…todo el mundo intercambiaba abrazos y lloraba durante largo rato, algunos gimoteaban incontroladamente…un momento así no se olvida…”. ¡Cómo olvidar!

El 18 de enero de 1945, en este campo y en su extensión de Birkenau, se inició “la marcha de la muerte” con rumbo al campo de concentración de Ravensbrueck, había que ir a prisa, día y noche, ordenaban los Kapos, los rusos avanzaban, “…veinte grados bajo cero, treinta y nueve de fiebre. !Resistí y seguiré resistiendo…” (Lydia Flem).

El 27 de enero de 1945, un hombre abrió las puertas del infierno, aquellas que en su dintel dice “El Trabajo Hace Libre”, fue el ucraniano Anatoly Shapiro, oficial soviético; al encontrar 500 sobrevivientes dijo “…vimos algunas personas vestidas con harapos, no parecían humanos… eran puro hueso…”.

Ellos resistieron, más no 1,1 millones de seres qué murieron en este campo antes de la navidad del 44.