Éxodos sin ausencia

AUTORA: Rocío Silva

Las sociedades, a través del tiempo, construyen representaciones sobre ellas mismas a partir de las cuales esbozan una identidad, definen valores y objetivos y edifican sus sueños y esperanzas. Las olas migratorias constituyen vehículos privilegiados para la transmisión de estas representaciones, aunque debe advertirse que, a su vez, estos imaginarios circulantes estimulan la información proporcionada por el entorno, que da lugar a un proceso continuo que se redefine constantemente. En este sentido, las imágenes son un eslabón fundamental en las luchas por la sobrevivencia, estas poseen la capacidad de condensar simbólicamente una enorme cantidad de valores, tradiciones y sentidos que resultan fundamentales para mantener el consenso y el statu quo en una determinada comunidad.

La memoria social afectiva de cada comunidad, resulta un desafío necesario para poder evidenciar y desentrañar algunas de las lógicas de construcción simbólica a partir de las cuales se conforma la identidad cultural. Un día llegaron trajeron consigo todo aquello que les había permitido sobrevivir desde niños ahí están sus aperos, sus obras, sus sueños, sus manos. Eran casi niños cuando vinieron, recién casados, les tocó abrir trocha a machetazo limpio. Llegaron con sacos repletos de perseverancia. Trajeron de su Echeandía y Ventanas todo lo que pudieron: las semillas de cacao, las semillas de maíz, las semillas de café. Construyeron sus casas con madera de la zona, aquí nacieron sus hijos, aquí siguen creyendo en el día a día en sus sueños. Se dedican a cultivar y secar el maíz, el café y el cacao. La cadena de distribución empieza el martes o el domingo en la feria de Loreto de Orellana. Aunque esos pequeños camiones relativamente nuevos se desplazan hasta Santo Domingo, cuando hay la suficiente cosecha y mercadería para vender, en el pequeño poblado está su capilla pequeña, también de madera a la espera del sacerdote que cada tres domingos viene a fortalecer los espíritus y las buenas intenciones de los habitantes de Altamira. En este contexto, se entiende, que las imágenes no solo pueden ser serviles al poder, sino que son la visión de mundo que sustenta la realidad cotidiana.