Te extraño niño Jesús

POR: Fausto Jaramillo Y.

No sé en qué momento te fuiste; o en qué momento te perdí. Llegó un día en que ya no estabas en mi vida; sin embargo, teníamos una cita a escondidas todos los años. Cuando el calendario marcaba diciembre, de reojo esperaba tu llegada y sin que nadie lo notara recorría templos y casas buscándote en cada nacimiento, en cada pesebre.

Es que tu nacimiento traía consigo un mensaje que llenaba mi espíritu. Esas palabras de esperanza, de solidaridad, de amistad, de familia, de amor eran las que siempre creí y creo son las que hacen faltan en esta humanidad tan necesitada de paz y de concordia, de alegría y de fortaleza.

No sé cuándo pasó, pero de pronto abandonaste tu espacio, o quizás, el mercado te sacó de tu pesebre y en su lugar pusieron a un viejo gordo, blanco y vestido de rojo que nunca supo pronunciar palabras sino una ronca risa, algo así como, jojojo, y que desea felicidad solamente a los que compran, a los que visitan almacenes y supermercados o malls como ahora los llaman, a los que no dejan los productos en las vitrinas y se llevan para sus casas. Y yo pregunto: ¿qué pasa con los que no tienen para comprar?

En tu pesebre de paja estaban siempre un borriquito y una oveja. Acompañando al viejo, ahora llegan unos renos, animales que mi pueblo no los conoce porque nunca los ha visto pastando en sus terrenos.

Viajabas en alas de la ilusión y la imaginación, moviendo corazones para unir familias y predicando el perdón. Venías del cálido oriente y tu llegada se anunciaba en todo el universo, en palacios y en chozas, en casas y cárceles, en albergues, en iglesias y en el campo abierto. Ahora, el viejo viaja en un trineo porque dice que viene del frío norte y la parafernalia de su llegada ensordece a ricos y no tan ricos, mientras el pobre esconde sus lágrimas, al tiempo que extiende sus manos en busca de un caramelo o una galleta con qué engañar su hambre.

¿Por qué te fuiste, niño Jesús? Si tu imagen de recién nacido traía la esperanza de mejores días, de unión familiar, de abrazos, de besos, de palabras de buena voluntad. Tu novena olía a incienso y a mirra, a chocolate caliente, a humitas, choclotandas y a tamales, a posadas, visitas, a risas, a ternura, a un sincero abrazo, acompañando del deseo de una Feliz Nochebuena.

Te extraño, niño Jesús.