De delaciones y delatores

Fausto Jaramillo Y.

Toda organización social, para mantenerse unida y fuerte, requiere de normas que deben ser acatadas por todos sus integrantes. Son las leyes que rigen o deben regir todos los aspectos del convivir de dicha sociedad.

En el caso de una sociedad numerosa y regada en amplios espacios geográficos, como es el caso de un país, existen en su interior otro tipo de sociedad, más pequeñas, menos numerosas, que se cohesionan también con sus propias reglas o normas; clubs, sociedades culturales, establecimientos religiosos, educativos, equipos deportivos, son algunos ejemplos de estas pequeñas sociedades.

Lastimosamente, entre estas, están sociedades delincuenciales, es decir, grupos de personas que se unen para violar las normas del convivir ciudadano, para delinquir, para atracar, robar, hacer daño. Estas también tienen sus normas que rigen su forma de vivir: una estructura vertical, con un jefe, capo, o delincuente mayor, protegido por una gavilla de delincuentes menores que le rodean y le cuidan sus espaldas, y más abajo, los obreros, los delincuentes comunes, aquellos que no tienen ideas sino solo habilidades que las ponen al servicio de sus jefes.

Cuando se rompen las reglas de estas sociedades delincuenciales, normalmente, cae toda la estructura y todas las líneas vienen a dar a la cárcel; por eso, estas sociedades delincuenciales se protegen hasta con el asesinato de quien pueda denunciar sus actos.

No falta quien arrepentido, ya sea por un mal reparto, por consciencia o por cualquier razón, acude a la justicia del país a denunciar a sus compinches. Seguramente, los integrantes de la sociedad delincuencial lo llamarán traidor y ordenarán su desaparición. En ese caso, la justicia tiene la obligación de defender al delator.

La delación, entonces, es una herramienta buscada y protegida por la justicia de un país; por ella, los investigadores conocen pistas, rutas, formas de actuar y hasta nombres de quienes conforman la sociedad delictiva. Por supuesto, los acusados tratan de minimizar las delaciones y a los delatores a fin de que la justicia no tome en cuenta sus palabras.

En la actualidad, los acusados, cuando las delaciones son contundentes y apuntan a destacar su presencia en actos atentatorios contra las sociedades, declaran a los cuatro vientos que los delatores son delincuentes a los que no hay que creerles y que ellos, pobrecitos, son víctimas de persecuciones políticas.