Fanatismo y sentimientos

Jaime Durán Barba

La egolatría y el fanatismo degradan al gobernante cuando la política lo absorbe todo y se convierte en su único vínculo con la realidad. Les pasa eso a los que mezclan la religión con la política, a los terroristas de todas las pelambres, a líderes que hablan sólo cuando pueden obtener réditos y no sienten realmente nada por los demás. Generalmente fracasan, y cuando triunfan, encabezan gobiernos chatos o siembran el terror.

He conocido también dirigentes capaces de pensar más allá de la política, de crear, de apasionarse por la historia, por la astronomía, de ayudar a un necesitado sin que nadie lo sepa, de sentir solidaridad con otros, sea cual sea su posición política. Se acercan al ideal de príncipe del que habla Lao Tze, que hace el bien a la gente sin esperar que lo recuerden.

Los fanáticos no pretenden comprender la realidad sino que la amoldan a conjuntos de supersticiones que justifican su entusiasmo por la violencia. Odian la democracia, creen que la mayoría de la gente es inferior y que vota manipulada por demonios. Desde hace muchos años llenan las calles con banderas rojas esperando que se levante el proletariado, pero son capaces de ser solidarios al mismo tiempo con el gobierno oscurantista de los clérigos iraníes o con exóticos integrantes de movimientos que pretenden que volvamos a la edad de piedra. Tenían una verdad que estaba más allá de la torpe realidad.

Pasa algo semejante con el doloroso caso de la desaparición del submarino San Juan. Nunca vi que surgieran de los nada tantos especialistas en submarinos, que ni siquiera se han subido a un bote pero saben cómo eran las condiciones de la nave y qué condiciones debía cumplir para navegar con seguridad. Sólo la superficialidad de algunos líderes oportunistas y comentaristas improvisados puede explicar la falta de respeto a los sentimientos de las familias y a los conocimientos de los expertos.

El incidente del submarino San Juan permitió que se hicieran visibles muchas cosas. Fue emocionante comprobar que había tanta solidaridad institucional y personal. Miles de personas de distintos países trabajaron más de 12 horas diarias con la esperanza de salvar la vida de los tripulantes.

Conversé con Mauricio Macri pocos minutos después de que habló en la sede de la Armada. Estaba conmovido. No sabía qué más podía hacer para ayudar a los marinos que estaban en el submarino. Felizmente es un ser humano con sentimientos al que no lo atontó el poder; más que político, sigue siendo la persona con virtudes humanas de siempre.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.