Crímenes contra la cultura

Carlos Freile

A la gran masa de la población mundial le importa un comino la historia, le interesan sí, las leyendas, las consejas y los mitos. Un pequeñísimo grupo, los políticos, finge interés por el pasado real de una sociedad para usarlo como intrumento de dominio, por lo tanto tampoco para mientes en la verdadera historia, le basta que los relatos cumplan una función adormecedora y domesticadora. A otro minúsculo grupo, especie casi en extinción, le atrae la historia como ciencia capaz de reflejar de manera acertada las formas de vida de las sociedades pretéritas.

En las escuálidas fiestas de Quito se leen y oyen afirmaciones magistrales sin sustento, repetidas año tras año, porque dan pretexto para la diversión, para el festejo popular y punto. La Historia, “como realmente sucedió”, en frase de Ranke, no tiene nada que ver, no se cuenta entre las invitadas a la fiesta, tal vez por vieja, arrugada y carente de ritmo.

En los dÍas pasados, muchos quiteños y turistas han visitado los museos de la ciudad, para embeberse de la cultura atesorada a lo largo de siglos. Este loable propósito queda en agua de borrajas cuando los guías tienen mucha imaginación y son ayunos de formación. He aquí algunas de las perlas, auténticos atentados contra el más mínimo respeto a la cultura, escuchados en visitas guiadas: “Aquí tienen ustedes el retrato de San Francisco de Asís y allá el de su esposa Santa Clara”. “Ustedes pueden admirar en este cuadro la decapitación de San Juan Bautista, quien sufrió este castigo por haber sido el amante de Herodías, esposa del rey”. Frente a una imagen de San Vicente Ferrer: “Este creo que es un mercedario”. “El acontecimiento más importante en la historia de la Catedral ha sido la visita del Comandante Chávez, quien pudo hacerlo a solas”. Estas y otras maravillas han sido pronunciadas también frente a visitantes extranjeros con sólidos conocimientos de arte y de historia.

El orgullo por la ciudad, Patrimonio de la Humanidad, debe notarse no solo en cuidar las piedras sino también las palabras, forma viva de la cultura.

[email protected]