DE UN SUEÑO AL FRACASO

Correa inicia su Gobierno enamorado de las grandes obras y de ofrecimientos de corte nacional, que se traducen en sus ejes de campaña, atractivos para un país inestable que políticamente deseaba un gobierno fuerte, joven, combativo en contra de las taras del sistema existente en los últimos 15 años. El combate a la corrupción paradójicamente era uno de los programas fundamentales de su Gobierno.

Ecuador buscaba un economista que le dé soluciones distintas al corte neoliberal vigente y en ello, el astuto candidato, enamora a grupos activistas, que le den viabilidad a sus propuestas y al acceso al poder. Ofrece crear de manera oficial el santuario en donde decían reposaban 846 millones de barriles de petróleo (campo ITT), bajo el sueño de obtener un canje de 407 millones de toneladas de CO2, por un fondo de capital internacional, en términos de valor presente.

Al atractivo proyecto se arriman connotadas personalidades, pronto convertidas en instrumento de una idea que nació sin seriedad. La obra para “cambiar la historia” fracasa con la propia alegría del Gobierno, en su expectativa de lograr su explotación hacia objetivos de tipo eminente de comercial. Sueños van, sueños vienen, cuando incluso se asume que sus crudos pesados sirvan para el elefante blanco, planificado construir en Manabí, hoy convertido en el depósito de cerca de $1.500, millones enterrados por firmas de baja reputación internacional. El parque, considerado como zona intangible, pasa a ser un pedazo de las mega obras, cuyo destino final avergüenzan a la conciencia nacional.

Jorge Glas, en sus números difundidos a toda voz en una de las sabatinas, manifestó que, para 2022 el ITT estaría con una productividad de 300.000 barriles por día, con 70 medidas de protección ambiental, encariñando a quienes veían de cerca, que interés distinto llevaban los desaforados en la contratación pública, con lo que se planteaba ya en una consulta popular, pronto aplastada, por el órgano de control electoral, al servicio de asaltantes al erario nacional.

Jorge Rodriguez Torres
ECONOMISTA