La sonrisa de Dominga: aventura vital contada en tela

Estreno. Gío Valdivieso es la autora de la obra. Esteban Ruiz la dirige. Santiago Hidalgo se encargó de la musicalización.
Estreno. Gío Valdivieso es la autora de la obra. Esteban Ruiz la dirige. Santiago Hidalgo se encargó de la musicalización.

Gío Valdivieso presenta su segunda obra de títeres. Lo hace en el Perla Rosa Teatro, un hito cultural de Cotocollao.

Gío Valdivieso busca luciérnagas. Lo hace desde niña cuando en Cotocollao, el lugar donde creció, aún había espacios verdes. Con los años, ese aleteo fosforescente se ha ido transformando en fotografías, en canto, en cine documental, en activismo por los DD.HH., en los ojos de su hija Violeta, en estudios de Antropología Visual, en títeres y en todo lo que esta gestora cultural ha hecho en su viaje vital.

Pero en esta curva del camino, a Gío le preocupa algo: a quién entregamos la posta de lo que hacemos. Este es el leitmotiv de su apuesta reciente por el teatro de títeres. Así pasó con Soy yumba, obra en que una niña se convertía en la guardiana de las yumbadas de Cotocollao, en una colorida puesta en escena, rica en naranja, amarillo, turquesa… Ahora la paleta anímica cambia a púrpura y a fucsia con La sonrisa de Dominga.

Esta es la historia de Maruja, una cajonera otoñal a quien, entre sueños y desvelos, le consume la angustia por saber quién continuará con su legado, en particular, con la elaboración de muñecas de trapo hechas con girones de tela.

La muerte, sin embargo, llega. Pero no es un final, porque nadie deja esta vida hasta terminar la tarea… Maruja, entonces, se reencarna en una muñeca quien se encargará de hallar a la persona que mantenga el legado.

Las cajoneras, al igual que los yumbos, son patrimonios vivos en una ciudad secuestrada por el hormigón. Aún se las ve en los soportales de la plaza de Santo Domingo con sus cajones llenos de hilos, agujas, chaquiras, espejitos, velas de sebo. Y allí aparecieron otras tres luciérnagas para Gío: Fanny y Judith Enríquez y María Durán. Ellas son las artesanas creadoras de las muñecas de tela. Y en sus manos pervive una tradición del siglo XIX. Mamita Aurora, la abuelita de las hermanas Enríquez, hacía muñecas con los retazos que quedaban de los vestidos de Mariana Carcelén, marquesa de Solanda.

¿Cómo llega Gío a este dato? Para ella, una puesta en escena es la cereza de una montaña de investigación de campo. Pasó con Soy yumba, pasa en su maestría en Antropología Visual y así se tejió ahora La sonrisa de Dominga. Conoció a sus nuevas luciérnagas en 2015, en el Museo de la Ciudad. Desde entonces fue madurando la historia y en ese recorrido codo a codo la vida orilló a estas mujeres a los linderos de un adiós, de una partida, de una pérdida. Concebir la obra fue, en palabras de Gío, una catarsis. “Juntas sanamos”.

Con esas fibras muy íntimas se hilvanó un trabajo que llega también a un espacio íntimo. Perla Rosa Calaña Teatro, un nombre que es aliteración pura o trepidancia total, porque es el homenaje que el actor cubano Humberto Calaña rinde en Ecuador a su hermana: su mecenas para dedicarse a las tablas en su isla natal.

Así, en los bajos de una casa marfil y marrón, en la calle Aurelio Espinosa Pólit Oe4-393, entre La Prensa y Gualaquiza, un foro italiano y tres hileras de asientos acogen semana a semana a los vecinos. Un hito cultural en Cotocollao. La temporada es breve: desde hoy hasta el domingo, aunque ya casi todas las entradas están vendidas. ¡A correr!

(más en el 099 525 9095).
Allí, en el Perla Rosa, Gío Valdivieso busca nuevas luciérnagas. También a Dominga. (IFP)