González Suárez

Franklin Barriga López

El 1 de diciembre se cumplirán cien años de la muerte de uno de los valores humanos más representativos del Ecuador.

Federico González Suárez, que nació en nuestra capital en 1844, se elevó desde una infancia de pobreza extrema hasta alcanzar dimensiones superiores, como arzobispo de Quito, historiador notable, escritor de prosa bien lograda, orador que arrancaba aplausos en el interior de los templos, polemista consumado que supo defenderse con altura de estilo y versación, uno de los pioneros de las investigaciones arqueológicas, gran guía espiritual, intelectual y patriótico.

Cuando González Suárez ya ocupaba sitiales prominentes dentro de la Iglesia Católica, se produjo la Revolución Liberal: en esos años, la situación fue repleta de tensiones y hasta enfrentamientos armados.

La actividad de este personaje en tales circunstancias tuvo especiales connotaciones, habiendo llegado a mantener nexos de amistad con Eloy Alfaro, lo que le trajo incomprensiones y ataques no solo del Partido Conservador, sino de purpurados extranjeros, como Pedro Schumacher y Ezequiel Moreno Díaz que pidió, como se hizo, que en sus honras fúnebres, frente al ataúd, se ponga un letrero que diga ‘El liberalismo es pecado’.

El 24 de julio de 1909, González Suárez fundó la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos que, en 1920, se convirtió en la Academia Nacional de Historia, que sabe honrar a este eminente compatriota.

Con motivo de la conmemoración de este centenario, organizó y está llevando a cabo diversas actividades, entre las que se destacan, además de conferencias magistrales sobre el tema, la publicación de dos libros, el uno elaborado por varios académicos y, el otro, por quien escribe esta columna, con el título ‘González Suárez, la Patria y la Academia’, biografía actualizada, en 440 páginas.

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