Carlos Coba

POR. Luis Fernando Revelo

Consternados profundamente por la partida de este carísimo amigo que después de la plenitud de su vigor intelectual acaba de sumergirse en el piélago de lo infinito. Carlos Coba Andrade, aunque cotacacheño de nacimiento, fue un personaje ligado profundamente con la otavaleñidad, esa mística de amor a ese terruño que le sujetó, que le atrajo, que lo llamó con raíz y voz de querencia. Carlitos, como cariñosamente le llamábamos en los círculos académicos, fue el ciudadano querendón de ese cobijo tutelar que es Otavalo.

Fue una verdadera entelequia de la investigación. Perteneció a la generación de hombres que aran y que oran. Fue un académico entre música, la etnomúsica, el folklore, la antropología. Fue un caballero entre libros, obras de arte, ideales, ambientes de cordialidad e ideas nobles. De ello dan testimonio sus obras escritas con bien cortada pluma, la Casa de la Cultura, la Universidad Católica, el Instituto Otavaleño de Antropología, la Sociedad Española de Musicología, la Organización Internacional del Arte Popular.

Supo interpretar magistralmente el piano. Dirigió los cantos a Dios, a la Patria, a la vida y al amor. Interpretó investido de las magnificiencias del Numen, con el sempiterno vuelo, con hélices de idealidad, con aletazos simbólicos hacia lo inalcanzable. Sus conferencias internacionales sobre el arte popular y la música, buidas de talento, adoctrinaban como emergidas de manantiales brotados de la serenidad señera y dominadora de la elevación de ideas.

Y esta fructífera existencia de 8 décadas ha rendido tributo a la vida, abrazado a la insignia redentora. Honramos su memoria con el corazón transido de emociones y de gratitud al rapsoda del Altísimo que estará pulsando el salterio entre los coros angélicos.