Seguiremos llorando tras un ‘chilco’

¡Qué difícil resulta en nuestro país, conversar y comentar otros temas que se alejen de la política partidista y de los descarados intentos de mantenerse en el poder.

Esta semana hubiera querido comentar de la vida o de la muerte, de las festividades cívicas de varias ciudades, de la única y deliciosa gastronomía del Ecuador, de la maravillosa y nunca bien ponderada naturaleza, de la calidez de nuestra gente, de sus esfuerzos, de su futuro; en fin, de cualquier otro tema que nos acerque a la alegría, a la bondad, a la paz. Pero no, no es posible. Cada día nuestros inefables y pretenciosos líderes se empeñan en ofrecernos un espectáculo bochornoso y doliente que traspasa la paciencia y se aferra, como garras ponzoñosas, en nuestra cotidianidad.

Un día amanecimos con una revolución que pretendía durar 300 años, y a la vuelta de 10, resulta que solo sirvió para que una gavilla de delincuentes se enseñoreen en la corrupción y en el latrocinio. Luego, ante la ceguera ciudadana, el mismo color sigue en el poder y es el mismo grupo el que grita que no ha quedado la mesa servida y la deuda ha crecido a niveles nunca antes vistos y seguirá creciendo, y claro, la pagaremos todos, incluyendo mis nietos.

Cuando aparecen pruebas de raterías y robos, los amigos se apresuran a defender lo indefendible y gritan que están siendo acusados injustamente y atentando contra su honor, sin recordar que los puestos que ocupaban u ocupan les obliga a pensar en el bien común y no en los bolsillos ensanchados en años de propagandístico y mentiroso gobierno.

Cuando la atención ciudadana está pendiente de la posible clasificación de sus equipos favoritos a una copa internacional, aparece la denuncia de los oscuros manejos en la venta del petróleo y la Fiscalía y la opinión pública simplemente ignoran la denuncia.

Cuando nos aprestamos a rendir un sentido homenaje a nuestros difuntos, un grupo de amigos se reúnen para decirle al Presidente que ya no lo quieren en las filas de su movimiento, porque ha cometido el delito de no defender a los corruptos.

En fin, la farándula politiquera nos seguirá entreteniendo, mientras la “real politik” nos seguirá hundiendo en un marasmo de deudas, de libertades conculcadas, de retórica rimbombante que vía Skype nos llega cada sábado desde el ático.

¿Y los millones de ecuatorianos? Bien, gracias. Seguiremos llorando tras un ‘chilco’.