Estropicio

Kléber Mantilla Cisneros

La magnitud del daño causado a la institucionalidad del país por el correísmo es una aventura devastadora que una consulta popular podría remediar algo pero si se colocan las preguntas apropiadas. No pueden continuar jueces y fiscales castigando a quien denuncia y escondiendo pruebas de corrupción para tapar cabecillas.

La justicia sigue usada como instrumento de persecución, control e impunidad mientras periodistas y políticos son agredidos en la Fiscalía por vándalos a sueldo frente a policías. ¿Qué confianza la ciudadanía puede tener en lo que ahí investigan?

El cambio de modelo económico es medular que tiene que reformarse. El empleo no despunta, la crisis avanza y la conservación de recursos naturales es base de una preocupación de los sectores indígenas que alertan sobre la explotación minera en ecosistemas frágiles.

El déficit presupuestario y la deuda externa heredada no se resuelven con un plan de austeridad de salarios sino con la reactivación del sector privado y con la ampliación de garantías para su competitividad. Según el Foro Económico Mundial, Ecuador ocupa el puesto 97 entre 137 países. Las principales causas son esa imagen de corrupción, impunidad e inestabilidad política junto a las regulaciones laborales restrictivas y la ineficiente burocracia gubernamental.

El Departamento de Justicia de los EE.UU. presentó la lista de Odebrecht por coimas a finales del año pasado. Hasta ahora flota en el ambiente la corrupción y la impunidad: ¿qué pasó con esos USD 33,5 millones pagados desde 2007 a 2016?

Una investigación de la plataforma Plan V afirma que existen pistas de 26,1 millones que se habrían repartido: 14 millones para Ricardo Rivera, tío de Jorge Glas; 10 para el excontralor Carlos Pólit; un millón para el exministro Alecksey Mosquera; 800 mil para la campaña de Rafael Correa y 200 mil para el exgerente de Transporte de Petroecuador, Ramiro Carrillo.

El resto, con sus altos y bajos, son investigados pero ya son parte del folclore de la ‘década ganada’ y del escenario estropicio que dejó la tal ‘revolución ciudadana’.

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