Remiendos conceptuales

Rocío Silva

No existe fuerza ni vehemencia en su mirada, atrás de sus consabidos lentes con marcos de color rojo, sobresalen movimientos monótonos y exagerados de cejas pobladas que podrían delatar la desesperación por convencer a un auditórium obligado a estar presente, de que es el genio académico de la década ganada. Su cabello largo, recogido en coleta y su aparente barba descuidada, pretenden ser signo alternativo de ruptura con el imperialismo y las clases dominantes. Una voz nasal y simuladamente sosegada delata en su autoconsideración como el escogido para el cambio de la matriz cognitiva – que dicho sea de paso-¡qué también será!-, ni en los tan cacareados artículos indexados de las afamadas revistas académicas hay una definición acordada resultante de investigaciones científicas; si se lo toma como referencia en el Plan Nacional del Buen Vivir, al igual que los otros remiendos conceptuales del movimiento verdeflex… curioso no?

A Ramírez le faltó hilo para coser su discurso, su pensamiento desordenado no pudo seguir una secuencia factible de logro conectivo lógico entre palabras o gestos, el uso de frases incompletas, los cambios bruscos del contenido temático, el uso de las palabras con construcciones muy personales y las distorsiones gramaticales y sintácticas, fueron su carta de presentación a manera de antesala para que un grupo de acólitos ignorantones lo feliciten y aplaudan, sabían que la inversión en cada homenaje por su labor al frente de la Senescyt, daba resultados infalibles.

Y sin embargo Ramírez es actual coordinador de la Agenda Latinoamericana de Ciencia y Tecnología de la Unesco, sigue dando entrevistas sobre la investigación científica y tecnológica y la innovación como motor del desarrollo humano, social y económico para América Latina y el Caribe, usa palabras como “dependentismo” “neodependestimo” “mentefactura”; sería muy interesante verlo y escucharlo dando cuentas claras de su responsabilidad de todo lo ocurrido en Yachay.

Mientras tanto imagino a Mauricio Alvarado-Dávila – uno de nuestros mejores correctores de estilo; y, para colmo orgullo ambateño- revolcándose de las iras por la agresión simultánea al idioma, la ciencia y la academia, por parte del susodicho escogido-académico revolucionario.