Nubes tóxicas

Franklin Barriga López

El Parlamento Europeo aprobó, en el 2007, un reglamento por el cual se estableció un sistema de registro, evaluación y restricción de sustancias químicas, para evitar la formación de nubes tóxicas. Entre sus objetivos constan detectar, limitar y, si es del caso, desaparecer de la circulación esos compuestos peligrosos, a fin de proteger a las personas y al medio ambiente.

Si bien estas medidas están orientadas para una mejor calidad de existencia en lo físico, su sana intención puede ser aplicada no solo a la esfera ecológica sino a la ética, moral y legal, en estos tiempos donde la corrupción y sus delitos conexos han creado ambientes polucionados al máximo.

Los fenómenos últimamente indicados provienen de la decadencia social manifiesta en hechos numerosos, protagonizados por grupos que han constituido verdaderas mafias, cuyas redes infiltradas especialmente en esferas políticas, económicas y de control alcanzan niveles que desconciertan por la audacia en que se han desenvuelto sus actividades.

Estos elementos de retroceso, que lesionan valores y principios indispensables para alcanzar resultados dignos y de progreso, deben ser descubiertos y sancionados ejemplarmente, con el objetivo de que prevalezca la honestidad frente a la galopante presencia de los depredadores de fondos públicos, singularmente.

En este ámbito, se crean nubes tóxicas que pretenden ocultar las malas acciones que brotan de los estratos más oscuros de la impunidad y la desvergüenza. Los pueblos que no combaten con la debida fortaleza e integridad estas plagas entran en rutas de empobrecimiento y desdicha. El trabajo de líderes honestos y capaces es sustancial para el ascenso de los países; solamente allí prevalecen atmósferas para la superación y el triunfo.

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