Kléber Mantilla Cisneros
El presidente Lenin Moreno tiene que luchar para desmontar el institucionalismo correísta. Un laboratorio de crueldad, tácticas y estrategias de la corrupción imperante que no puede extinguirse con simples reformas sino con un cambio constitucional en referéndum. El supremacismo parece una guerra que no termina.
Rafael Correa metió mano en la justicia, concentró el poder a todo nivel, manejó una Asamblea Nacional de mujeres sumisas, decidió en cada organismo de control y dictó órdenes para fiscales, jueces y superintendentes. Fue el constructor hábil, sagaz, sin escrúpulos, de leyes, reglamentos y decretos que esconden las cuentas reales de la economía y los tratados internacionales que anularon por completo nuestra soberanía.
El monumental escape de ministros sobornados diseña el modelo de impunidad del Estado actual. Jorge Glas tiene que estar preso por manejar a su antojo los sectores estratégicos. No por simple asociación ilícita, sino por representar una década de engaño y despilfarro. Por el fracaso en las refinerías e hidroeléctricas y la mentira del cambio de matriz energética. Por la trama de corrupción de Odebrecht y el derroche inmoral de recursos.
¿Cuánto representa la demagogia populista? No se puede borrar la corrupción de un plumazo. No podemos quemar los libros que falsearon a Eloy Alfaro que en los hechos actuaron peor que García Moreno. Las interpretaciones históricas nunca acabarán pero el papel de la historia escrita estriba en nunca olvidar porqué ocurrió y no debe repetirse jamás.
La depredación de la fauna marina en Galápagos y el paro de choferes en Quito ejemplifican el resultado de la tiranía populista. Un colapso moral de una política de extracción de recursos y relaciones de poder sin control. La entrega a China sin valores éticos ni soberanía y los acuerdos inescrupulosos a cambio de votos.
El único Parlamento en el que no hay debate está en Ecuador y los jueces marioneta se muestran como la espina dorsal de la impunidad.
@klebermantillac
[email protected]