Las sociedades líquidas

Causa sorpresa la actitud de un grupo de personas afiliadas al movimiento AP que, a pesar de las evidencias presentadas en el caso de corrupción que ocupa la atención del Ecuador, defienden, sin argumentos, a los funcionarios involucrados en este caso.

Videos, delaciones, testimonios no han sido suficientes como para que estas personas acepten que, aquellos funcionarios, al menos deban retirarse de sus cargos para usar su tiempo en su defensa.

Ante ello he recordado la propuesta de Zygmunt Baumann, quién llama a esta época como la de la “sociedad líquida”.

Una estrecha síntesis de esta corriente del pensamiento, sería la de que la humanidad entró en una crisis de los valores morales, éticos tanto personales como sociales, que eran los encargados de establecer cierto orden en las relaciones humanas.

Entró en crisis la disciplina; la educación no encuentra su norte; la economía dejó de ser la base del intercambio de bienes y servicios, el amor perdió su sentido de responsabilidad y si bien se conoce su inicio, poco o nada definido está su final; la familia es ahora múltiple y poco sólida; el Estado se ha transformado en cueva de ladrones. En este escenario campea la desconfianza; sí, desconfianza en la política, desconfianza en la religión, desconfianza en la verdad, desconfianza en la honradez y en la honestidad.

Al no haber puntos de referencia sólidos, la humanidad no tiene a dónde acudir. Desaparecida la fe en una salvación que provenga del Estado, de la religión, de los partidos políticos, del Ejército, se produce un miedo colectivo que se llena de indignación. Los grupos sociales no saben lo que quieren, pero sí saben lo que no quieren. Todos actúan, pero no está claro hacia dónde se dirigen, y lo peor, es que ni ellos mismos lo saben. Todo se disuelve en un estado de liquidez.

Pero, refiriéndose a la política, Baumann establece un símil con los taxis en los que se suben los cabecillas (que no son líderes) con cierto tufillo mafioso y que controlan cierto número de votos, a los que alimentan con descaro. Los beneficiados de estas prebendas responden cerrando los ojos a la realidad y apenas pueden repetir las consignas que los que los alimentan les piden hacer. El libreto lo escriben los cabecillas y los demás son marionetas, que repiten y repiten lo que aquellos escriben.