Lezama Lima: ‘Solo lo difícil es estimulante’

FIGURA. Uno de los referentes de la literatura cubana.
FIGURA. Uno de los referentes de la literatura cubana.

Un recorrido sobre el autor cubano, quien falleció el 9 de agosto de 1976.

Alejandro Querejeta Barceló · «Solo lo difícil es estimulante», solía repetir a menudo José Lezama Lima, el autor de dos catedrales verbales tan complejas como las novelas ‘Paradiso’ y ‘Opiano Licario’, los poemarios ‘Dador’ y ‘Fragmentos a su Imán’, y los ensayos ‘Tratados en La Habana’ y ‘La cantidad hechizada’, entre otros.

Resultado de su inmersión en la cultura griega -territorio una y otra vez frecuentado por Lezama-, está máxima revela no solo un propósito de vida, sino también una actitud intelectual alerta e indagadora.

Lezama Lima dejó al morir el 16 de agosto de 1976 una heterogénea biblioteca de más de cinco mil volúmenes en su casa habanera de Trocadero 162.

Una biblioteca que, según testimonios de quienes la frecuentaron, no estaba compuesta por volúmenes *vírgenes*, es decir, no leídos por su dueño. Todo lo contrario: la huella de una lectura minuciosa, detenida y escudriñadora, se percibía al abrir cualquiera de ellos.

Leyenda

Varios fueron los mitos que se procrearon a la sombra de este erudito e iconoclasta escritor. Uno de ellos, y probablemente el más enigmático, es el relativo al ‘curso délfico’, previsto para los escritores jóvenes que se beneficiaban con su amistad. Se trataba de un listado de obras que, según Lezama, era imprescindible leer. El calificativo ‘délfico’ aludía, por supuesto, a la idea de prefigurar o adivinar el futuro.

EL DATO
Su obra maestra ‘Paradiso’ soportó la dictadura cubana.

Es considerado como el padre del neobarroco americano.Lezama fue conformando a lo largo de su vida un personal ‘sistema poético’ del mundo. Un sistema que aspiraba a la comprensión y explicación de la realidad y de su historia, a través de la imagen. Para Lezama, por ejemplo, la fundación y sostenimiento por más de diez años de una revista como Orígenes, tenía como objetivo primordial el rescate de lo esencial cubano a través de sus imágenes, legadas por la cultura a través de su propia historia. Un sistema poético, en suma, que era la sustancia de la voluntad creadora.

En su ensayo ‘La Cuba secreta’, publicado por primera vez en 1948, la pensadora española María Zambrano explicaba que la poesía de Lezama es «la virgen aún no presentada a la luz, y la metáfora tiene, a veces, fuerza de juro». Y esa especial sensación de encontrarse frente a algo realmente diferente, y cuyas claves hay que encontrarlas sin ninguna ayuda previa, es la que se percibe de inmediato frente a su obra.

LIBRO. Portada de ‘Paradiso’, una de sus obras cumbres.
LIBRO. Portada de ‘Paradiso’, una de sus obras cumbres.

Repercusión

Con José Lezama Lima tuvo Latinoamérica un creador en verdad original. Quizás su parigual en el continente, en cuanto a densidad verbal y tensión, fuera Joao Guimaraes Rosa. Valdría la pena intentar un estudio comparativo con el autor de ‘Gran Sertón, veredas’ y ‘Pequeñas historias’, si es que no se ha intentado ya. Tanta es la potenciación de las palabras en el brasileño y el cubano.

Algunos críticos distinguen etapas en la obra poética de Lezama. A la primera de ellas se la caracteriza por «un voraz uso de la palabra, un lujoso metaforismo», según Roberto Fernández Retamar. A ella corresponden ‘Muerte de Narciso’ (1937) y ‘Enemigo rumor’ (1941). En una segunda etapa, que comprende los poemarios ‘Aventuras sigilosas’ (1945) y ‘Dador’ (1960), el verso se resiste al lector, al extremo que afirma Fina García Marruz, compañera de Lezama en la realización de ‘Orígenes’, que «su poesía no es pasiva ni de mera recepción, sino de flecha disparada, de tensión suma».

Esta actitud de Lezama no busca enajenarse simpatías o antipatías, sino que obedece a una indagación de esencias a partir del discurso poético; es decir, estamos ante la praxis, la puesta en marcha hasta las últimas consecuencias, de su sistema poético del mundo. Y por ello es factible identificar en Lezama a la poesía con una filosofía de vida, quizás un remedo griego del asunto. Hablamos de la incorporación de un cosmos, la vida misma, en una suerte de revelación.

Lezama no ha tenido seguidores en la literatura cubana. Y muy pocos imitadores, todos ellos con la triste aureola de la mediocridad. Por su altura intelectual, sí ejerció un indiscutible liderazgo nacido de la admiración y temprano reconocimiento a su valía, en figuras que compartieron con él responsabilidades en la revista ‘Orígenes’.

Años después de la muerte de Lezama, en mi ciudad natal alguien puso en mis manos un viejo y hermoso libro. Se titulaba ‘La naturaleza y el alma de Cuba’ y era una antología de textos de autores cubanos de distintas épocas. La edición databa de 1928 y la persona que me lo regaló dijo que había pertenecido a su hijo, un diabético juvenil fallecido tempranamente.

«Se lo obsequió al muchacho una amiga nuestra, cuyo esposo era abogado según me parece», añadió el anciano. Lo abrí y me encontré con una fina caligrafía en la firma y la dedicatoria: “Regalado por Clara L. Sierra a María L. Bautista”. Ella era la esposa de Lezama, el abogado al que aludía mi interlocutor. Tuve un extraño sentimiento de agradecimiento. El libro y su destinatario, el padre y el hijo, el alma y la naturaleza de Cuba, eran una sucesión de imágenes reveladoras. En efecto, Don José Lezama Lima, solo lo difícil es estimulante.

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