Nobleza y acertijos

Luis Eduardo Vivanco

Me muero, cuánta educación que ha existido en la Revolución Ciudadana. Millonarias muestras de cortesías con el tío del Vicepresidente, que demuestran, inequívocamente, que los modales importan y que los corazones ardientes estaban llenos de llamaradas nobles, de millones de dólares. Eso sí, cada millón era muy educadito. Habrá venido cada fajo hasta con un lacito.

Como no podía ser de otra manera, el Vice no tenía ni idea. Tan ajeno a todo, tan inocente, tan, tan. Suponemos que tampoco sabrá qué diablos quiere decir JG y lo entendemos, es un misterio indescifrable, un acertijo colosal que debería ser estudiado a fondo en Yachay. Solo esos científicos de talla mundial y universidad caótica podrán mostrarnos la luz.

Ya que estamos tan corteses y generosos, sería bueno que tengan la cortesía de soltar de una vez por todas toda la sopa. Así, con mucha educación, podríamos analizar jurídicamente quién debe pasar una estadía tras barrotes. Seguro los invitaremos a pasar a la celda de la manera más educada posible. Pase usted, después de usted. Para que sus mentes lúcidas no se atrofien en el encierro, podríamos enviarles folletos de acertijos de alguna última edición de Yachay, que incluso sea bilingüe y aborde más de un ‘topic’.

Ante nuestros atónicos ojos se muestra un espectáculo conmovedor, donde nuestro Segundo Mandatario parece rogar, cada noche antes de dormir (si es que logra pegar el ojo), que vuelva su redentor para que demuestre a punta de carajazos su inocente condición. Que vuelva lo más pronto posible, en octubre de ser necesario, que el barco de los modales revolucionarios naufraga en la tormenta perfecta.

Mientras se ventilan los modelos del poder y se descifran los acertijos de la patria, el resto de ecuatorianos trabajamos honestamente sin recibir más cortesías que la yapa de cuero del hornado en nuestras visitas al mercado. Pequeñas diferencias que hacen, en cambio, que nosotros sí podamos pegar el ojo por la noche y esa es la mejor cortesía con nuestras propias biografías. Ahora ellos deben descifrar el acertijo de sus vidas: cómo no terminar en cana.
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