El archivo de Glas

Kléber Mantilla Cisneros

Un aire de cinismo se respira en Alianza PAIS. El argumento de los legisladores oficialistas para archivar un proceso de destitución por corrupción e impunidad requiere de un juicio crítico, de mucha consecuencia y poder deductivo. ¿Cómo sortear un juicio político al responsable visible del saqueo de fondos públicos en la Refinería de Esmeraldas o del terreno baldío de la del Pacífico?

¿Dónde esconder cada documento de un fraude a través de Caminosca? ¿No es un descaro poner grilletes a los denunciantes de la corrupción mientras se otorgan visas de vacaciones y embajadas a quienes aún no rinden cuentas de sus tiempos de juerga? ¿No es cinismo reciclar personajes nefastos en cargos públicos para equilibrar pugnas y tolerar a esas mafias enquistadas por años en los sectores estratégicos?

La ridiculez más absoluta se pone de moda porque alguien no es populista, no tiene carisma y miente. Peor si este fabrica mentiras hasta caer en la infamia, injuria, desesperación y él se defiende hasta extremos inadmisibles. Por este transgresor consagrado, la inestabilidad institucional se viene encima porque se percibe la pacificación burlona entre malhechores.

La credibilidad se refriega en el piso porque a los culpables se los presenta como algo sistémico y al delito se lo transforma en un secreto torpe, un sigilo forzado, un arte de esconder las colillas de cigarros debajo de la alfombra roja. Una mafia que tapa mafiosos y la confidencialidad documental se la oculta como una torpeza en vitrina. Hasta parece cuando se esconde al emisario mafioso para salvar al capo de los capos y el resto a sabiendas se calla.

En el resto de países, cuando se destapó la misma olla de corrupción se juzgó con los más altos niveles, se registraron decenas de detenidos que incluyeron listas de expresidentes. La depuración sabe a medicamento homeopático en una verdadera democracia. Por acá parece una mofa inimaginable e incomprensible de Serrano, Bonilla, Bergmann, Buendía y Arias. Un pentatlón para ignorar cohecho, peculado y concusión. Una bandera sombría que bautiza la impunidad más tosca en tiempos de un morenismo amorfo, ridículo.

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