Oralidad

PATRICIO CÓRDOVA CEPEDA

Estas fechas importantes están marcadas por costumbres y tradiciones familiares y sociales especiales, cargadas de profundo contenido cristiano y religioso. Empezaron las novenas y en familia o en las instituciones públicas o privadas nos reunimos con respeto, cariño, fe y devoción, a rezar, reflexionar, orar y alzar nuestra voz colectiva, íntima o personal para que nuestros anhelos se cumplan y nuestras peticiones sean escuchadas por el Creador. Nos corresponde asumir compromisos de fe, siempre esperanzados en que todos buscamos un mejor porvenir.


Nadie está obligado a creer y comprender el hondo significado de la Navidad, de la recordación del nacimiento de Jesús y todo lo que aquello conlleva, sin embargo todos estamos obligados a respetar esas tradiciones y costumbres, impulsadas y mantenidas bajo el sistema oral, que se trasmiten de generación en generación, lideradas de manera entusiasta por la familia.


Los nueve días antes del nacimiento de Jesús nos permite unificar criterios, esperanzas y proposiciones, reunirnos con los más queridos y cercanos, tomarnos fraternalmente de las manos y elevar oraciones conjuntas, reflexionar sobre lo que hemos hecho en el año y lo que queremos hacer en el próximo, siempre con la determinación honesta no de acomodar las palabras sino de ser auténticos.


Alguien dijo: “El mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión” y es verdad. Al invocar el Padre Nuestro, como oración emblemática, necesaria y valiosa, en una de las reuniones familiares por la novena, le quedé mirando a mi sobrino nieto, el integrante familiar de más corta edad, quien con seguridad a sus tiernos tres años no entiende bien lo que hacemos, lo que se ejecuta ese momento, pero que forma parte de nuestra cultura y tradiciones, sin necesidad de decirlo ni afirmarlo.