San Fermín, fiesta, orejas y heridos.

Maestro. Una magistral actuación cumplió Antonio Ferrera. EFE
Maestro. Una magistral actuación cumplió Antonio Ferrera. EFE

Antonio Ferrera ejecutó una importante faena en Pamplona.

España, EFE

La mejor faena de todos los Sanfermines, la que el extremeño Antonio Ferrera le hizo a su segundo toro el día 13 de julio, se quedó paradójicamente sin premio en una Feria del Toro 2017 marcada por la sobrada generosidad de público y presidencias para conceder orejas demasiado baratas.

En total, si sumanos a las de las ocho corridas las paseadas en la novillada y de rejones del prólogo, este año se han dado hasta 26 trofeos a lo largo de un abono sanferminero que registra incluso seis salidas a hombros, que hubieran sido siete de no haber resultado herido Roca Rey.

Pero las resonantes cifras no reflejan la verdadera dimensión de unos triunfos menores en su mayoría, por haberse conseguido con muy justos o escasos méritos o incluso por faenas que no llegaron a apurar la buena condición de muchos de los toros destacados que han salido al ruedo pamplonés.

Toros fuertes

El aspecto ganadero, que tanto cuenta en la que desde hace más de medio siglo se conoce como «Feria del Toro», ha sido uno de los más destacados del abono pamplonés, ya que, salvo en la primera y la última (es decir, salvo «cebadas» y «miuras»), en las otras seis corridas siempre ha habido, al menos, un astado de nota o varios con posibilidades de triunfo.

Ya que el encierro no afecta apenas a su juego en la plaza -por las pocas distracciones y la gran velocidad en carrera que proporciona a los animales su preparación previa en el campo- este año han embestido en Pamplona toros de muy distintas hechuras, volúmenes y edades.

Y lo han hecho tanto algunos que rondaban o pasaban de los 600 kilos como otros más terciados o finos de lámina, que de todo ha habido en unos lotes que han tenido el único denominador común -como condición sine qua non en esta plaza- de la aparatosidad y la agresividad de sus cornamentas.

Tres toros con los hierros de José Escolar, La Ventana del Puerto y Fuente Ymbro resultaron, por ejemplo, bastante más bravos que «Forajido», premiado finalmente con el premio «Carriquiri» y que vino dentro de esa corrida de Victoriano del Río que, junto a la de Jandilla, lidió el sexteto más completo y manejable de la feria.

Precisamente a esos toros de Del Río se les llegaron a cortar hasta cinco orejas en tarde de dispendios presidenciales, aunque solo fuera realmente justificada la primera de las dos concedidas a Ginés Marín, quien se ganó así la sustitución del herido Roca Rey en el festejo del día 13.

Emoción. Miles de personas corrieron en los diarios encierros. (Foto: Diario de Navarra)
Emoción. Miles de personas corrieron en los diarios encierros. (Foto: Diario de Navarra)

Faenas premiadas

Con ese doble aval, Marín pudo salir a hombros al lado de López Simón, al que premiaron por dos faenas anodinas, igual que lo fue el también orejeado trasteo de Sebastián Castella o los dos que la tarde anterior desplegó el peruano Roca Rey, que no aprovechó así la bravura del toro jabonero de Jandilla que le hirió entrando a matar.

Tampoco tuvieron gran peso los trofeos que fueron a manos de Paco Ureña y de José Garrido, el día 9, ni el que se condedió a Román la tarde del Patrón para compensar una fea voltereta sufrida también en la suerte suprema. En cambio, sí que fue de ley la que, por un mazo de naturales de calidad, el sevillano Pepe Moral le cortó a un toro de José Escolar en el festejo del día 8.

Asimismo, casi de consolación fueron las cuatro orejas con que, en un derroche final, se premió, más que otra cosa, la voluntad sin brillo de la terna ante una descastadísima corrida de Miura con la que Rafaelillo incluso llegó a salir a hombros sin demasiados argumentos. Claro que, ya 10 días antes, esa misma puerta la había abierto también con generosidad popular el novillero venezolano Jesús Enrique Colombo.

Matices aparte, los únicos triunfos rotundos de la feria fuero los de Cayetano, con su clásico toreo a los «jandillas» en su debut en esta plaza, y el del rejoneador local Roberto Armendáriz, al que el público de su tierra concedió, tan holgadamente como a algunos matadores, hasta cuatro trofeos.

La mejor corrida

Pero más allá de «pelúas», el cénit artístico de estos Sanfermines llegó el día 12 con la no fácil corrida de Cuvillo. Y vino de la mano de un templadísimo Alejandro Talavante y, sobre todo, de un Antonio Ferrera magistral, porque dio todo un recital de inteligencia lidiadora, poso y reposo, en especial con el cuarto toro.

Lo curioso del caso es que ambos extremeños se fueron de la plaza con un pobre balance numérico: Talavante sólo paseó una oreja por sus fallos con la espada, pero a Ferrera ni ese solitario apéndice quiso concederle una presidencia que el día antes y el día después regaló hasta ocho.

Son las cosas que suceden en esta plaza de Pamplona, donde los tendidos se abarrotan de un público que se vuelca con los toreros cuando le place o le interesan más que la merienda y la jarana, compensando así con alegría de plaza de tercera la impresionante presencia de un toro de primera, el más cornalón y serio que haya en el campo bravo.

Ese toro ha pegado estos Sanfermines más cornadas en la arena de la plaza que en el empedrado del encierro, entre ellas la sufrida por el banderillero Pablo Saugar, el herido más grave de los ocho días de corridas y que, apagadas las luces, retirado el vallado, desanudados los pañuelicos rojos, aún sigue hospitalizado y esperando a que cicatricen sus grandes heridas.