Lamentatrices

AUTOR: Andrés Pachano

El titular decía: ‘Le despedirán en el aeropuerto’.

“…Cuando se moría cualquiera

se prepara buen mortorio

y se arma un samplegorio

con lloronas de primera

ay Dios, ay señor, que dolor…”

(Belelú–El arte de llorar penas ajenas).

Si, esas penas ajenas merecen eso: un gran samplegorio, con música de marcha (¿y después quizá la salsa?). ¡Qué triste!

Es que hay despedidas que, sin serlo, saben a velorio, que duelen tanto; esta partida, para ellas, las que engalanadas le despiden, tiene el salobre tufo de los fastos de difunto, para ellas es un funeral parecido a un jolgorio, oportunidad para mostrar todas sus galas, sus faldas, sus joyas, todas confundidas con sus ‘oportunas’ lágrimas. Es que le extrañaran mucho, les hará tanta falta; él que las saco del anonimato, que las hizo visibles a la luz púbica, que les dio notoriedad para estar en primera página de los diarios; él, que con su amparo les concedió la patente para zaherir a cualquiera o a todos, que les facilitó una vitrina para lucir sus dones físicos e intelectuales, que les procuró los medios para que eleven su calidad de vida. Entonces ¡cómo no llorarle a moco tendido!, él merece su gratitud en todas esas lágrimas de obsecuencia empedernida, en ellas que desgranan en fingida pose, sus extrañas penas.

Como no rezarle entonces en la falsa tristeza de sus llantos, una honda plegaria de siemprevivas.

“…El llanto iba con el rezo

tristemente confundido

las viejas hacían tal ruido

que el muerto decía ¡que es esto!

ay dios, ay señor, que dolor…” (ibídem).

Lo despiden para un viaje largo y lastimero a un voluntario ostracismo, a que en él enjugue sus propias penas reprimidas frente a un espejo, único contertulio que le queda para consolar sus dudas, sus furias, sus rencores. Será su único consejero, su solitario adulador porque los de turno se despidieron aún antes de Tababela; los ruegos de las lamentatrices que creo a lo largo de su ejercicio, se quedaron en lo fatuo de sus poses para ser tan solo el alimento de los olvidos.

Allá en la distancia serán solo él y su espejo, los dos serán tan solo el eco de los lamentos, los suyos y los que dejó.

¡El titular de un diario dirá: Solo le queda un espejo!