San Fermín, una fiesta popular que cautiva al mundo

Fiesta. Ernest Hemingway y Antonio Ordoñez en la plaza de Pamplona en 1953. (Foto de Archivo)
Fiesta. Ernest Hemingway y Antonio Ordoñez en la plaza de Pamplona en 1953. (Foto de Archivo)

Hemingway inmortalizó los emocionantes encierros en las calles de Pamplona.

Por: Santiago Aguilar

Pocas, muy pocas manifestaciones culturales y populares saben capturar la atención de todo el orbe de la forma que lo hacen los tradicionales ‘Sanfermines’ que, como todos los años, se celebran en estas fechas en la ciudad de Pamplona.

Pintoresca urbe que recibe a una marea humana que desborda toda previsión de la industria turística local, es que las fiestas cuyo día mayor es el 7 de julio, fecha conmemorativa de San Fermín, alcanzaron fama mundial desde que Ernest Hemingway asistiera por primera ocasión en 1922. La intensa y emocionante carrera de los mozos frente a los pitones de los toros y el posterior desarrollo de la corrida, terminaron por hechizar el escritor de Illinois, hasta convertirlo en su principal difusor.

Especialistas en definir la personalidad de Hemingway hablan de su afición a la caza, la pesca, el campo, la vida al aire libre, en suma de un espíritu aventurero que le llevó a recorrer el mundo, por él entendido como la universidad de la vida en la que se debía caminar con una filosofía vitalista sin límite ni frontera.

Exhibicionista, bebedor, notable conversador y con una asombrosa capacidad para mimetizarse en todos los lugares y ambientes sociales, en especial en la España de las primeras décadas del siglo pasado en la que las costumbres, la tradición, la cultura y la generosa hospitalidad de su gente, terminaron por volcarle a rendir culto con su notable pluma a las funciones taurinas, pues, según dijo, le tocaron el alma al punto que su pasión taurina sería una constante a lo largo de su vida expresadas en novelas como Fiesta y el Verano Sangriento.

El tema del juego de la vida muerte, como esencia de las corridas, caló de tal forma a Hemingway que supero el vínculo formal del cronista, hasta establecer esa profunda y extraña emoción propia, muy propia de los aficionados a los toros, traducida en su frecuente presencia en los graderíos y su amistad con los toreros en especial con el gran Antonio Ordóñez.

Emoción. Miles de corredores exponen su vida cada tarde de encierro. (Foto: Diario de Navarra)
Emoción. Miles de corredores exponen su vida cada tarde de encierro. (Foto: Diario de Navarra)

Analistas de su obra refieren así lo que comportó en aquellos años la publicación de “Fiesta” editada en 1927:

“La tauromaquia estuvo presente en sus obras. Así, en «Fiesta», su primera novela larga. Tal vez la más cuidada de ellas y, para parte de la crítica, la mejor de todas sus obras. Encarnado en uno de los protagonistas, Robert Cohn, Hemingway es el eje central de una historia donde juegan un papel también protagonista las fiestas de San Fermín y un matador de toros, en la ficción, Pedro Romero, inspirado directamente en la figura de Cayetano Ordóñez Niño de la Palma. Es una novela donde España parece un país exótico. Por eso, más de ochenta años después de escrita, se lo sigue pareciendo a sus nuevos lectores. Un misterio literario. Sin toros, o sin Pamplona, nada habría sido igual”.

El caso es que el inmenso escritor, premio Nobel de Literatura en 1954, pese a su origen norteamericano, supo permear una de las manifestaciones culturales más hermosas y desgarradoras de la España profunda, usar su incontestable pluma para convertirlas en universales desde la narración cuidadosa y emocionante.

Los ‘Sanfermines’ cuyos orígenes se remontan al siglo XIV con una naturaleza comercial y taurina, en especial su famoso encierro surgieron de la necesidad de llevar los toros de extramuros hasta la plaza para lidiarlos en la corrida de la tarde; la labor de los vaqueros apoyada por sus garrochas, azuzando a los toros y procurando conducirlos al coso, aún a cuerpo limpio dieron lugar al célebre recorrido, el que desde su primer trazado a experimentado una serie de transformaciones agregando medidas de seguridad; la ruta actual rige desde 1927 y, en 1940 se colocaron las vallas de protección.

Lo cierto es que año a año los “Sanfermines se viven con la fuerza con la que palpita el corazón de un mozo al correr por su vida, cuesta abajo por la famosa calle de la Estafeta luego del estallido del chupinazo y de la imponente presencia del encierro.