“Un meteoro destellante”

“…Hoy cumpliré veinte años. Amargura sin nombre / de dejar de ser niño y empezar a ser hombre…”.

Un año y dos días después de haberse escrito estos versos, el más taciturno de los poetas parnasianos y modernistas ecuatorianos, envuelto en una angustiosa melancolía, se caía de la vida descerrajándose un disparo en el umbroso sopor de un zaguán de su Guayaquil nativo; y …. su luminosa voz aún tierna, apagándose irremediablemente a sus veintiún años, legó una extensa zaga de letras melancólicas, de dolores, de ternuras.

Hoy luego de 98 años de su tragedia (su vida misma fue eso), nada mejor que copiar las letras de Gonzalo Zaldumbide para decir de él que “… Ni siquiera lo conocí. Pero leerlo es oírlo, y en su voz, persuasiva, penetrante, un son de confidencia nos retiene, más atentos al don de su alma que a la música de las estrofas…”.

¡La muerte!, la presencia de ella fue constante en los días del poeta, como que se anticipaba, como que se anticipó: “…Va ligera, va pálida, va fina, / cual si una alada esencia poseyera…” (Danse D’Anitra); y … porque su ‘alma’ lo exigía, la llamaba: ella impasible llegó.

Abel Romeo Castillo relata que el poeta niño, habitó en el ‘chalet’ que su madre adquirió “…casi al final de la primera cuadra del callejón transversal llamado de Juan Pablo Arenas…” y que desde el soportal de su casa veía el desfile obligado de las destartaladas carrozas fúnebres en su triste marcha al Cementerio General; ¿este lastimero desfile de dolores, marcó su trágico sino?, es la pregunta que se la siente obligada en casi todos los tratados sobre la corta, pero honda vida del poeta. ¡Yo no sé!, solo siento que la misma vida, dura, lastimo su carácter. Fue -y cito nuevamente a Abel Romeo Castillo- para decir que quizá su explicación va de la mano de lo que alguna vez “Paul Morand afirmó: el mortal sonambulismo”; no fue solo el amor lo que le quitó el tiempo, fue la vida misma.

“… Sollozan perla a perla cristalina / las flautas en ambiguo miserere… / Las arpas lloran y la gusla trina… / ¡sostened a la leve danzarina, porque se va a morir…, porque se muere!…”.

Medardo Angel Silva, se murió el 10 de junio de 1919.