En busca de la felicidad


POR: Ramiro Ruiz R.


Uno de los modelos que nos dejará el actual mandatario es el comportamiento de un hombre soberbio, autocrático, con una autoestima alta y odiosa. Esa conducta contagió a muchos asambleístas, alcaldes, prefectos y funcionarios de mandos medios.


Es imprescindible recordar el pasado. No sólo el inmediato, sino el antiguo. Aquel tiempo donde los pensadores imaginaron la democracia, la ética y la lógica, lo mejor que ha inventado el hombre. Ahí en los libros esperan Sócrates, Platón y Aristóteles. Para comprender los problemas políticos y sociales es significativo leer a estos hombres de hace muchos siglos.


Desde el inicio de la reflexión filosófica ha estado presente la consideración sobre la ética. Platón analiza la ética en diversos lugares y desde contextos diferentes. Así, por ejemplo, busca superar el goce y la ley del más fuerte. Aborda juntamente la ética individual (una justicia dentro del alma) y la ética pública, con una compleja teoría del Estado.


Seguramente el más importante tratado de ética de Aristóteles, se fundamenta en la premisa de que todo ser humano busca la felicidad. Todos los seres naturales tienden a cumplir la función propia y están orientados a realizar completamente sus potencialidades. El bien, es decir, la perfección de un ser o la realización de las capacidades, es cumplir su función. Los seres humanos están orientados a la práctica plena de la función que les es propia.


¿Cuál es el bien más alto y más perfecto de los que puede alcanzar el ser humano? Aristóteles comprueba que el objetivo supremo del hombre es vivir bien y ser feliz (el invento de un ministerio de la felicidad es un espejismo). La vida feliz (plena), permite plasmar la actividad superior con suficiente autonomía. Sólo son morales las acciones en las que se puede elegir y decidir qué hacer.


Los gobiernos que no trabajan para el bien y la felicidad de los ciudadanos no cumplen con ética. La deuda enorme, la falta de trabajo, el totalitarismo, la corrupción, la centralización de poderes, no ha hecho felices a los ecuatorianos, aunque los gobernantes sientan la felicidad del poder a costa de sufrimiento de otros.