El futuro es hoy

Jorge Oviedo Rueda

Tanta incapacidad en el Gobierno de la RC que en más de diez años no ha podido fijar con claridad los cinco o seis objetivos nacionales que podrían unir a todos los ecuatorianos en una cruzada por el futuro. Seguimos divididos en especies de sectas que dicen tener la razón.


Un gobierno ‘progresista’, por definición, no es un gobierno revolucionario. Tiene la ventaja de poder actuar sin necesidad de ir hasta la raíz de los problemas. No se plantea erradicar la pobreza, solo disminuirla. Con esta filosofía es más fácil fijar los objetivos nacionales que se necesitan para conquistar con éxito el futuro, pero su incapacidad es tal que, en más de una década, lejos se encuentra de haberlo hecho. La lucha contra la pobreza, por ejemplo, la consideran su propiedad privada, un derecho que el triunfo electoral les da, como una autorización para obligar a sus opositores a hacer lo que a ellos les parece, sin darse cuenta que en una sociedad como la nuestra, luchar contra la pobreza es un asunto de todos, cuyos métodos deben ser obligatorios para unos y otros.


Un verdadero plan de desarrollo fija políticas de Estado para aspectos fundamentales de la vida nacional. La pobreza, la educación, la corrupción, la cultura y, sobre todo, la matriz productiva -base milagrosa de la felicidad de un pueblo-, necesitan fijarse como objetivos nacionales. Resulta chocante ver cómo el Estado correísta gasta energías inútilmente.


¿Y el Estado del conocimiento que ha ofrecido la RC? Pura palabra hueca, seguimos teniendo estudiantes de primera, segunda y hasta tercera condición.


Si el ‘progresismo’ no puede transformar gradualmente el país, tendrá que venir una revolución que lo haga por una vía rápida. El futuro tiene que convertirse en presente, de urgencia.


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