Sacrificios para el ego

Daniel Marquez Soares

El espíritu de la guerra popular prolongada y de la tragedia que fue la Guerra de Vietnam suele resumirse en una anécdota estelarizada por el legendario general Vo Nguyen Giap y su contraparte francesa. Poco después de la Segunda Guerra Mundial, el veterano general europeo, al ver que ese país del sudeste asiático se precipitaba a pasos agigantados a la guerra civil, convocó al militar vietnamita para hacerlo entrar en razón. Le habló de la destrucción y de la violencia que se avecinaban y le insistió en que debían evitar ese desenlace a toda costa. El líder asiático enfatizó que la independencia de su país era irrenunciable y recitó la máxima de que “la política antecede a la economía”. Dijo que no importaba cuánto tiempo tomara, ni cuánta devastación hubiera, que incluso aunque la guerra durase cien años y muriesen millones de vietnamitas, ellos ganarían al final.


No deja de ser curioso y contradictorio escuchar esa idea de boca de quien fue quizás el mejor guerrero marxista de todos los tiempos. Sin embargo, hay que reconocer que, tras treinta años y tres millones de compatriotas muertos, terminó por tener la razón. Cuando dijo eso los combatientes vietnamitas eran un puñado de campesinos armados con lanzas de bambú. Tres décadas después, entraban en tanques a Saigón, sellando la independencia y unidad de Vietnam, así como su sumergimiento en el comunismo.


El problema con esa forma de pensar es que es fácil definir “lo económico”, pero es endemoniadamente complicado definir “lo político”. Se supone que lo último engloba principios y valores irrenunciables, pero la historia demuestra que cuando hablan de “lo político”, los gobernantes suelen hablar de obstinación y ego. Por puro narcisismo, muchos líderes suelen estar dispuestos obligar a sus pueblos a asumir sacrificios irracionales alegando supuestas causas políticas elevadas que trascienden lo económico. Los cubanos y el embargo, o los árabes y el costo de su conflicto con Israel, constituyen excelentes ejemplos de ello.


Ecuador enfrenta problemas económicos urgentes este momento. Sería terrible que terminasen convertidos en problemas de ego, disfrazados de temas “políticos”, que exigieran un tributo cada vez mayor a la población para salvaguardar la vanidad de sus gobernantes.


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