Imperativo moral

Manuel Castro

El evento del 2 de abril ha dado lugar a dudar de la limpieza de un proceso electoral tan importante. Dicen algunos pensadores que más cerca de la verdad está quien duda que quien afirma. Si son verdaderos los resultados electorales se deberían recontar todos los votos para matar la maldita duda de que hubo fraude premeditado.


Reconteo que negado daría lugar a suspicacias, fundamentadas en hechos evidentes: intromisión del gobierno en la campaña electoral, pasos informáticos interrumpidos, autoridades electorales que son del gobierno y, finalmente, el temor al reconteo total da para creer que ni el proceso electoral ni los escrutinios fueron limpios y correctos.


Los efectos de un dudoso triunfo electoral cambiarán nuestras vidas porque impactarán en todo un país, en sus actividades, en su desarrollo y en su moral y ética públicas y privadas. Además como indudablemente las autoridades electorales no dan confianza se duda de su verticalidad y, en consecuencia, se concluye que no hay justicia pues estriba en la imparcialidad. Si la autoridad electoral, más allá de su ideología, lealtad revolucionaria o amistad, procediera con imparcialidad debería disponer el reconteo total de los votos.


La mayoría de ecuatorianos en el fondo de su corazón y por integridad moral aplaudiría y se sentiría tranquila de vivir en un país donde no se quiera imponer ideas únicas, partido político único, y sumisos funcionarios públicos.


Desde luego que es demasiado pedir pues los antecedentes de este torneo electoral han sido nefastos, de por medio hay una crisis económica que se oculta, el afán de perennizarse en el poder, de dorar la píldora de la insatisfacción popular mediante publicidad y de lograr la impunidad de quienes han festinado los dineros públicos, protegidos por un sistema legal dependiente del Ejecutivo.


Cuando se habla de “manos limpias”, viene lo dicho por Bernard Shaw: “Los hombres suelen exagerar el valor de lo que no poseen”.


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