El necesario silencio

Carlos Freile

A lo largo del libro (‘El Principito’) Saint-Exupéry nos ha dejado saber su desconfianza hacia las palabras, esta postura se recalca con la afirmación del zorro: “El lenguaje es fuente de malos entendidos”. Las palabras pueden ocultar una mentira o un engaño, así como una media verdad o una equivocación. Son ineficaces muchas veces para expresar lo más importante y profundo. Afirma Sábato que las verdades antiguas no se alcanzan siempre por medio del razonamiento, sino por medio del mito o del arte.


La sobrevaloración de lo racional ha desestimado lo no explicable por la mera lógica. “¿Acaso son explicables los grandes valores que hacen a la condición humana, como la belleza, la verdad, la solidaridad o el coraje?” Por otro lado a veces el significado de las palabras no es el mismo para los dos interlocutores. Siempre están al acecho las “opacidades” que impiden la comunicación total o parcial, ya se trate de opacidades sociales o personales, debidas a la cultura, a la educación, a la situación personal, a los prejuicios, a un sinfin de causas, la comunicación perfecta es imposible y surgen los malos entendidos. Las palabras están cargadas de insuficiencia, son incapaces de expresar toda la verdad o todo el amor. Ninguna definición del templo es completa, ninguna descripción del viaje reemplaza la caminata bajo las estrellas y expresa la experiencia vivida. Escribió Benavente (‘Los intereses creados’)


“Alma del silencio que yo reverencio, tiene tu silencio la inefable voz / de los que murieron amando en silencio, de los que callaron muriendo de amor, de los que en la vida por amarnos mucho / tal vez no supieron su amor expresar”.
(Me he tomado la libertad de copiar este fragmento de mi libro ‘El Principito: el sentido de la vida’ – Quito, Reimpresión de la segunda edición corregida y aumentada, 2016-; lo he hecho por la necesidad perentoria de refugiarnos cada tanto en un gratificante silencio, lejos del bullicio mundano, lejos de la palabrería intrascendente, lejos de la chacota despersonalizante; más cerca de nosotros mismos).


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