A recobrar el honor

Manuel Castro M.



Sorprende que varios analistas políticos y alguna parte del electorado, frente a las elecciones del próximo 2 de abril, sostengan que tiene poca importancia la corrupción para la adopción de una de las opciones electorales. Dos argumentos pesan en tales comentarios, la primera es que “todos roban o han robado”, afirmación cínica e inmoral que en sí no debe ser debatida sino rechazada de plano, pues los que roban al Estado roban a todos los ciudadanos. El otro argumento es que no hay suficientes pruebas, argumento escapista y propio de los mismos que han robado. Maeterlinck dice: “Las ideas malas y perjudiciales, aunque no se expresen con claridad se extienden más aprisa que las ideas sanas proclamadas a toda voz”. Si la nación quiere perjudicarse ya sabe por quién votar.
Las excesivas ofertas del candidato Moreno se sustentan en el engaño y la demagogia, pues saben de la imposibilidad de cumplirlas. El dinero no nace en los árboles para que se puedan dar casas gratis, bonos gratis, afiliación gratis, subir los subsidios de pobreza, préstamos y becas fáciles. Existen déficit fiscal, deudas interna y externa excesivas, exceso de burocracia a la que hay que pagar. Negar todo esto es asumir una mentira más. Quien en tales ofertas cree peca por ingenuo, de nada le servirá convertirse en el futuro en un detractor del Gobierno, lleno de veneno por los deseos incumplidos.
Hay dos palabras que parece que no se exigen en su integridad frente a la justa electoral: democracia y libertad. Para que funcione la democracia, o sea el gobierno del pueblo (que somos todos), se necesita buenos gobernantes, en plenitud física, intelectual y moral; un buen gobierno no siempre es el que mejor administra sino el que mejor guía a una nación. Y si no se tiene libertad no se tiene nada: ni democracia, ni justicia social, ni respeto a nuestros derechos, ni órganos independientes.
El 2 de abril tenemos que votar desde luego con el corazón pero sobre todo para recobrar el honor mancillado con tanta corrupción financiera y ética. Como dice Schopenhahuer: “El honor es como los fósforos: solo sirve una vez”.



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