Siempre se aprende

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, afirma que los ecuatorianos “acaban de infligir una derrota a los planes de Correa imponiendo una segunda vuelta electoral que podría llevar al poder a Guillermo Lasso, un genuino demócrata”.


La pregunta es qué es ser un “genuino demócrata”. Los contradictores de Lasso lo califican como un defecto el que sea “banquero”, afirmación banal, absurda, que es como afirmar que alguien es desechable para la política y para la vida por ser abogado, escritor, escultor, comerciante, militar o montañista.


Lo importante en cualquier profesión o actividad es que su desempeño haya sido honorable, eficiente, libre de tacha. Juvenal, poeta y tribuno latino, dice: “La integridad del hombre se mide por su conducta, no por su profesión”. Es público que Lasso ha ejercido su actividad de banquero con honestidad y éxito. Ni su banco ha perjudicado a ningún ciudadano ecuatoriano ni él ha intervenido en el denominado “feriado bancario”.


Un demócrata es el partidario de la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. Lasso propone recuperar la confianza, restaurar el tejido institucional y la no continuidad del actual sistema de gobierno de Correa, antidemocrático, absolutista y con visos de corrupción.


Lasso propone volver al Estado de derecho, donde la ley sea la que hable, donde haya independencia de poderes, donde haya libertad de opinión y de expresión.

Donde no se criminalice la insurgencia y la resistencia popular. Eso le torna en auténtico demócrata, quien sabe si le ha servido el mal ejemplo del presidente Correa, pues un presidente de la República no solo es un administrador sino un guía de todo un pueblo.


Desde luego Lasso solo no podrá sacar adelante al país, deberá convertirse primero en un unificador, tener políticas de largo alcance, buscar el pagar una exorbitante deuda externa e interna, deberá crear o fomentar la creación de empleos y alentar las medidas legales para acabar con la corrupción.


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