Ambato, cuna de pioneros

Ambato, cuna de pioneros
AVIACIÓN. Urvina es la única mujer piloto.

Entre los múltiples blasones que con orgullo puede exhibir la ciudad de Ambato, uno de ellos y de gran importancia es la de ser cuna de pioneros, por cuanto sus hijos, a lo largo de la historia, han marcado caminos de avanzada en distintos campos, tanto en el ámbito nacional como internacional.
Bajo esta perspectiva, deseamos referirnos, en estricto orden cronológico, a seis primogenituras que revelan ese permanente afán de los ambateños de explorar nuevas rutas y situarse a la vanguardia; posición que cobra mayor importancia cuando el reconocimiento trasciende las fronteras patrias y en algunos de los casos se da mediante el aval de personajes de prestigio internacional.

En la aviación

Hermelinda Urbina Mayorga de Briones
(Ambato, 26 de septiembre de 1905 – Toronto, 20 de septiembre de 2008).

Una de las actividades que podría definir al siglo XX es el de la aviación, debido a que es en esta centuria en la que humanidad logra una de sus mayores ambiciones: surcar los cielos y conquistar el espacio. Ambato no podía estar alejada de tan novísima actividad, es así como a través de sus hijos se convierte en pionera de la misma.


Hermelinda Urbina Mayorga de Briones, nacida en la esquina sur oriental de las calles Bolívar y Quito, corazón del barrio El Español, en la casa de su padre don José Belisario Urbina Lalama, sitio que hasta el momento está a la espera de la placa recordatoria que honre su memoria.


El 26 de diciembre de 1926, la joven Hermelinda contrajo matrimonio con Rosendo Barzola Briones, comerciante de origen manabita, quien, años atrás, por discrepancias con su padre, había repudiado su apellido y utilizaba exclusivamente el de su madre. Su nombre y apellido (Rosendo Briones) figuró hasta fines del siglo XX en el inmueble de propiedad de los esposos Briones-Urbina, ubicado a corta distancia de la casa de don Belisario, concretamente en la calle Bolívar No. 333.


A los pocos meses de su matrimonio la pareja se trasladó a vivir a los Estados Unidos de América, país en el que su esposo residía y en el que Hermelinda obtuvo, el 19 de julio de 1932, su licencia de piloto privado de aviación en la academia «Safair Flying School, de Long Island», «después de haber cumplido con los requisitos de entrenamiento», convirtiéndose de esta manera en la «primera mujer sudamericana en obtener la licencia de piloto en una escuela estadounidense».


En 1933, Hermelinda voló «entre Nueva York y Washington, con escala en Baltimore», acción que fue resaltada en «los diarios The Washington Post, Evening Star, Washington Herald, Times y Washington News».


Hermelinda integró la Escuadrilla Panamericana, fue miembro fundador de la Escuadrilla Interamericana, y alternó con las míticas figuras de la aviación femenina estadounidense: Amelia Earhart y Laura Ingalls.


En junio de1936, conjuntamente con 38 compañeros de aire, participó en el «raid Nueva York – Montreal, siendo uno de los 12 pilotos que lograron culminar con éxito el 21 de dicho mes». Federico E. Trabucco, en su Síntesis Histórica de la República del Ecuador, señala como fecha de esta hazaña al 28 de junio.


El 26 de febrero de 1937, la autoridad aeronáutica de México le concedió también licencia de piloto privado. En ese mismo año asistió «como invitada especial al homenaje» que, West Point dedicaba a su ex alumno y en esos momentos embajador del Ecuador en Washington, Colón Eloy Alfaro, donde tuvo el honor de ser «el primer piloto civil y la primera mujer en sobrevolar el campo de dicha academia militar».


Todos estos logros llegan a ser conocidos en Ecuador y debido al deseo de Hermelinda de continuar en la actividad aeronáutica en un avión propio, «ya que los alquileres eran muy altos y las limitaciones de uso también», un «diario de Guayaquil», (presumimos que El Telégrafo, debido a que «doña Piedad Castillo de Levi», había abogado para que «se le diera el reconocimiento y apoyo justo en el país»), emprendió una campaña para lograr este objetivo, lamentablemente con resultados poco favorables; sin embargo, don Rosendo Briones, que inicialmente le había motivado a seguir los curso de pilotaje, decidió continuar apoyándola e invirtió sus ahorros en la adquisición de un pequeño aeroplano, de «segunda mano con fuselaje de metal y forro de lona, un Fleet con motor Warner de 185 caballos, con una capacidad de vuelo de dos horas y media» y «radio de acción de 250 millas», al que bautizaron con el nombre de Ecuador. Compra que se realizó el 29 de agosto de 1937, por el monto de USD 5.000,00.


En ese aeroplano, según informaciones proporcionadas personalmente por María Inés Urbina de Moncayo, hermana de Hermelinda, los esposos Briones -Urbina volaron, entre otros destinos, de Nueva York a Canadá (4 horas), y el 7 de mayo de 1939 de Nueva York hacía México (14 horas).


Ese mismo año Hermelinda decidió participar «en el espectáculo del Carnaval del Aire, que se celebraba anualmente en la isla de Cuba», para lo cual «voló con la escuadrilla hasta Cayo Hueso y, en vista de las precarias condiciones de su avioncito, la autorización para ir a La Habana le fue negada.» Prohibición que no fue obstáculo para que Hermelinda con la colaboración del mecánico Armando Alonso, que se «ofreció a ser su copiloto» y «efectuó ciertos reajustes» a la aeronave, partieran «un día después de sus compañeros» y arribaran sanos y salvos a La Habana, a pesar de que los «barcos anclados para señalar la ruta, cada ciertas millas, ya no estaban».


Al regreso de su exitosa participación en el Carnaval del Aire, Hermelinda vivió el «momento más difícil de su vida», por cuanto debido a las condiciones atmosféricas perdió de vista a sus compañeros y a los barcos que marcaban la ruta, a pesar de lo cual siguió volando en dirección a Cayo Hueso hasta que se acabó el combustible, sin embargo logró amarizar y ser rescatados por el navio Liberty Bell. Rescate que tuvo un costo muy alto para Hermelinda, ya que su joya más preciada, su querido aeroplano, se hundió en el océano. A partir de ese momento, Hermelinda abandonó el mundo de la aviación, y en 1945, conjuntamente con su esposo, retornaron a Ecuador y se establecieron en Quito, ciudad en la que vivió hasta la muerte de don Rosendo en 1990, año en el que se trasladó a Canadá a vivir con su hija Rosario, país en el que falleció el 20 de septiembre de 2008, pocos días antes de que cumpla 103 años.


En la actualidad una pequeña calle de la ciudad Ambato, que no sobrepasa los 300 metros, ubicada en el sector de Huachi Chico, lleva el honroso nombre de Hermelinda Urbina y el diario El Comercio, en el mismo artículo al que hicimos mención para el caso de Ana de Peralta, ubica a Hermelinda en el séptimo puesto entre las 10 mujeres que marcaron la historia del país.

En la defensa de los derechos de la mujer Ana de Peralta

La mujer a lo largo de la historia se ha visto obligada a luchar en forma permanente por la defensa de sus derechos, muchas veces conculcados por una sociedad machista que ha pretendido ponerla en una situación de inferioridad ante el hombre. Lucha en la que la mujer ambateña, con la altivez que la caracteriza, no podía estar ausente.


Es así como en tiempos de la colonia y en el territorio de lo que hoy constituye la República del Ecuador, una digna mestiza, nacida en Huachi, de nombre Ana, hija de «un acomodado godo de apellido Velásquez» y de una indígena descendiente «de la casa de los señores naturales del cacique de Poaló», cuyas fechas de nacimiento y de fallecimiento se desconocen, que pasó a la posteridad con el apellido de su esposo, Alonso Peralta, y es conocida como Ana de Peralta e igualmente, para orgullo de su ciudad natal, con el hermoso apelativo de Ana de Ambato.


¿Qué hizo nuestra noble y aguerrida mestiza para lograr este reconocimiento? Ser la primera mujer en protestar contra las ordenanzas reales por las que se prohibía que las «mestizas vistan de ningún género de seda, ni guarnecida de oro, ni se pongan ningunas joyas, arrancas o perlas, ni traigan guardainfantes o polleras debajo, ni paños con punto de Flandes, so pena de pedimento de lo que así trajesen en contravención a este Auto» (Autos de Gobierno 1.647).


En otras palabras y dentro del esquema de una sociedad totalmente estratificada como era la colonial, lo que se deseaba es que las españolas o las que eran consideradas descendientes de tales, se vistieran de una forma, las mestizas de otra y las indígenas de una tercera.


Ana de Ambato se rebeló contra tales normas y es así como, en palabras de su biógrafo, Nelson Serrano Reyes:
“Una mañana de Mayo de 1650, la rectangular plaza que fungía como mercado del Asiento de Ambato, apareció llena de mujeres mestizas, encabezadas por Ana, vestidas a la usanza indígena y portando en sus manos cuanta arma de combate pudieron encontrar en su camino: cuchillos, tijeras, planchas de carbón, como instrumentos contundentes, palos y hasta uno que otro arcabuz de uso de sus maridos. No había forma de hacer frente a este cerrado grupo de mujeres que reclamaba a voz en cuello su derecho a utilizar la vestimenta que creyesen conveniente y en el momento en que mejor les viniese en gana. (…)”


Convertida en la líder indiscutible de la revuelta, hermosa y desafiante, Ana proclamó:
«Si no somos dueñas de nuestros gustos, de nuestro pareceres, si ni siquiera podemos disponer del orgullo y el halago de sentirnos bellas, de vestirnos a nuestro buen parecer, si todo nos es vedado y quitado y reclamado, ¿qué sentido tiene que estemos vivas? …pareceríamos más bien muertas o enajenadas al dejarnos privar hasta de la mínima de las libertades. (…)


Permanecieron durante cinco días, bajo lluvia y sol, sin moverse de su lugar, nada podía hacerles desmayar. (…) Al sexto día el Teniente de Gobernador en persona (…) se hacía presente seguido de corchetes (…) El diálogo que trató de mantener para que las féminas retornaran a sus casas y a su vida diaria, encontró una fuerte oposición, encabezadas por Peralta. (…) A gritos y empellones lo retiraron del lugar y le amenazaron seriamente con arrastrarlo si intentaba volver a hablar con ellas. No querían nada, no aceptaban ninguna dilación exigían hablar con el Presidente de la Audiencia para que él pusiese solución a este problema.


El levantamiento de las altivas ambateñas fue seguido en otras localidades de la Audiencia, tales como Riobamba y Quito, lo que obligó a que un mes después se derogue la absurda e injusta disposición; por su parte, las mujeres se dieron cuenta del logro obtenido gracias a la unidad y «no dejaron de estar estrechamente vinculadas por un largo tiempo, creándose el fermento o semilla del primer movimiento social de mujeres del que se tuviese conocimiento en tierras de América». Movimiento social que tiene un nombre y dos apellidos: Ana de Peralta o Ana de Ambato.


La valentía y dignidad no vienen generalmente acompañadas con el reconocimiento, y muchas veces traen consecuencias negativas para los que enarbolan estas nobles cualidades. Ana de Peralta no fue la excepción y su gallarda lucha fue la causa de su destierro a Cuenca, el destrozo de su matrimonio, la incautación de sus bienes y posiblemente que muriera lejos de sus seres queridos y de su terruño.


Sin embargo, como dice el refrán popular, «la justicia tarda pero llega» y es así como el 8 de marzo de 2014, más de tres siglos después de su heroica lucha, el diario El Comercio de la ciudad de Quito, bajo el titular 10 mujeres ecuatorianas que marcaron la historia del país, incluía a Ana de Peralta en el tercer lugar de su lista, luego de las dos Manuelas: Saenz y Espejo. En la misma ciudad de Quito, al sur, en el sector llamado La Lucha de los Pobres, una calle lleva su glorioso nombre, la misma que, porque así debía hacer y lo merecía nuestra Ana, está situada no muy lejos de la Avenida Simón Bolívar. Lucha y libertad acompañaron a Ana en la vida y en la muerte. Sin embargo, su ciudad natal está en deuda con ella y esa deuda debe ser saldada en el menor tiempo posible.

En la literatura y el folklore

Don Juan Montalvo Fiallos (Ambato, 13 de abril de 1832 – París, 17 de enero de 1889).

Constituye una de las más altas cumbres de la literatura ecuatoriana de todos los tiempos. Galo Rene Pérez manifiesta que Montalvo está «considerado por la crítica más reciente como fundador del ensayo moderno en lengua castellana y precursor del modernismo». Montalvo, brilló y deslumbró a propios y extraños en los campos del ensayo, la narración, la novela y fundamentalmente como polemista. Incursionó también en el ámbito del cuento, que es al que nos vamos a referir.


En 1858, concretamente el 6 de agosto, mientras Montalvo se encontraba en París, escribió el cuento titulado Gaspar Blondín, que forma parte de su primer libro, El Cosmopolita, y al que el propio autor bautizó como «cuento fantástico», en el que el protagonista (Blondín) «aparentemente regresa de la tumba después de su ahorcamiento».
En 1998, el poeta, ensayista y crítico literario chileno Óscar Hahn (Iquique, 5 de julio de 1938), publicó su libro Fundadores del cuento fantástico hispanoamericano. Antología comentada, en el que señala:


“En lo que concierne a la América hispana, es el siglo XIX el que produce el primer corpus de cuentos fantásticos estructuralmente homogéneos. El cuento literario surge en Hispanoamérica con la primera generación romántica, pero ni ‘El matadero’ de Esteban Echeverría, considerada la obra inicial del género, ni los escritos de los demás narradores de esta generación contienen los elementos que los inscriben en el campo de lo fantástico. Es con la entrada en escena de la segunda generación que empezamos a encontrar cuentos con acontecimientos insólitos, aparentemente sobrenaturales. (…)


El Romanticismo rige gran parte de la segunda mitad del siglo XIX y se eclipsa en una década; sin embargo, suele reaparecer en algunas obras de los modernistas, quienes fusionan elementos procedentes de distintas escuelas y movimientos. El elogio de lo trascendente, característico de la tendencia romántica, se revela a través de asuntos y motivos relacionados con la vida de ultratumba, con lo diabólico y con la inspiración artística. El primer cuento fantástico que conocemos es Gaspar Blondín del ecuatoriano Juan Montalvo. Fue escrito en 1858, mientras el autor se encontraba exiliado en París.(…)”


En forma independiente del error que comete Óscar Hahn al señalar que en 1858 Juan Montalvo «se encontraba exiliado en París», cuando en realidad estaba desempeñando las funciones de secretario de la legación ecuatoriana en Francia, lo importante de la cita es el reconocimiento que hace de Montalvo como el primer autor de un cuento fantástico en Hispanoamérica. Reconocimiento que cobra mayor importancia por tratarse de un personaje de la talla de Hahn, uno de los intelectuales más reconocidos de Chile, considerado «el más prominente escritor de la generación chilena de los setenta», poseedor de múltiples premios y distinciones, tanto en su país como en el exterior, Miembro Correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y catedrático de Literatura Hispánica en la Universidad de lowa.


Don Juan León Mera Martínez
(Ambato, 28 de junio de 1832 – Ambato, 13 de diciembre de 1894).

Conocido fundamentalmente por ser el autor de la letra del Himno Nacional del Ecuador y de la primera novela ecuatoriana (Cumandá o un drama entre salvajes. Quito: Imprenta del Clero. 1879). Estos dos hechos le hubieran bastado para ocupar un honroso sitial en la letras del Ecuador, pero son extremadamente pobres para darnos cuenta de la dimensión literaria de Mera, por cuanto, como lo reconoce Hernán Rodríguez Castelo, fue el «fundador de todos los géneros y subgéneros del relato ecuatoriano» ya que su producción, según Xavier Michelena, abarcaba campos tan variados como: «la poesía, la novela, el relato, la crítica literaria y de arte, el periodismo, la didáctica y la historia», al punto que el propio Rodríguez Castelo lo cataloga como «el mayor polígrafo que han conocido las letras ecuatorianas», a todo lo cual debe sumarse también su incursión en el ámbito de la pintura.


Sin embargo, la dimensión de Mera y su carácter de pionero sobrepasa el ámbito de nuestra patria, como lo resalta el antropólogo y ensayista brasileño Paulo de Carvalho-Neto (Simáo Dias, Sergipe, 19 de septiembre de 1923 – 17 de agosto de 2003), en su Diccionario del Folklore Ecuatoriano, al analizar el libro de Mera Cantares del pueblo ecuatoriano, manifiesta:


“(…)considerable tomo de 504 páginas, con el cual el autor se hace acreedor al indiscutible título de principal precursor del folklore ecuatoriano. Aún más, hoy ya se puede afirmar que Mera fue precursor también del folklore americano, pues editó su compilación en 18921.”


Con Mera, en 1892, el Ecuador, pues, viene a sumarse al Brasil, a Chile, al Uruguay y a la Argentina, países que por primera vez llamaron la atención de América hacia el estudio de los temas populares en forma sistemática y seria.


Nombrar a Paulo de Carvalho-Neto es recordar a uno de los más importantes estudiosos del folklore en América Latina, autor de innumerables obras científicas, entre las que cabe destacar: Arte Popular del Ecuador (cuatro tomos), Estudios de Folklore (tres tomos) e Historia del Folklore Iberoamericano, obra con la que «ganó uno de los más codiciados premios internacionales de Folklore el Giuseppe Pitre de Italia». Carvalho-Neto fue además fundador del Instituto Ecuatoriano del Folklore y catedrático de la Universidad Central del Ecuador y de la Universidad de California.

Don Luis A. Martínez Holguín
(Ambato, 23 de junio de 1869 – Ambato, 26 de noviembre de 1909).

Es otro de los hombres ilustres de los que se enorgullece Ambato y cuya valía rebasó igualmente los límites de nuestro país.


Su principal obra literaria es la novela ‘A la Costa’, publicada en 1904, con la cual, en opinión de Galo René Pérez, el «narrador se propuso dar un enérgico golpe de timón a la novela ecuatoriana», y agrega:
“Un buen número de consideraciones de naturaleza literaria y sociológica podría llevar a la conclusión de que la obra de Luis A. Martínez ha sido la base sobre la que se ha desarrollado no solo el realismo sino mucho del actual movimiento novelístico del Ecuador, tan determinado por la acción de los problemas sociales del país”.


En forma unánime los estudiosos de la literatura de nuestro país, coinciden en señalar que ‘A la Costa’ es la pionera del realismo en el Ecuador; sin embargo, es menos conocido el hecho de que esta obra es considerada por Julio Cortázar (Bruselas, 26 de agosto de 1914 – París, 12 de febrero de 1984) como «la primera gran novela realista de América», al señalar:
“A principios de siglo, un escritor ecuatoriano, Luis A. Martínez, escribió la primera gran novela realista de América. Se trata de la tentativa pionera para reconciliar en franco realismo las grandes diferencias de la América mestiza. Su narrativa social, cura sin ambages la mirada de la injusticia, la miopía de las ciudades, quita las máscaras de la hipocresía, cuenta la historia que nos ha pasado desde siempre y nos enseña la reconciliación de los seres humanos. A él le debemos la comprensión de las gentes anónimas con todos sus fantasmas a cuestas: a él le debemos nuestro agradecimiento y admiración. Martínez, se atrevió cara a cara con nuestra realidad social que todavía no sale a la calle (…).”


Los elogiosos conceptos de Cortázar -de quien es inoficioso hacer ninguna presentación, ya que su obra es una de las más importantes del llamado boom literario de América Latina -, sobre la novela de nuestro coterráneo, cobran mayor importancia por el hecho de que no fueron pronunciadas en el Ecuador y tampoco en un panel en el que se analizaba la obra de Luis A. Martínez, ocasiones en que los conferencistas pueden caer en la tentación de emplear una retórica hiperbólica. Se trataba de una intervención de Julio Cortázar en el Centro Municipal de Cultura San Martín de la ciudad de Buenos Aires, en mayo de 1975, con ocasión del relanzamiento de sus obras ‘Rayuela’ y ‘El libro de Manue’, en el cual el ya famoso escritor estaba hablando de «la carga ideológica y política, de sus contenidos del lenguaje que sirve de integrador y cooperador. De pronto – dice Manuel Paladines, intelectual ecuatoriano que asistía a la conferencia -, el orador se detiene, retrotrae sesenta y seis años de la sustancia profunda de América. Se sube al tranvía de la memoria y habla de un ecuatoriano que escribió el texto de una liberación».
En ese contexto, las palabras de Cortázar implican, única y simplemente, el reconocimiento de una verdad.


Rodrigo Pachano Lalama

(Ambato, 07 de agosto de 1910 – Ambato, 20 de junio de 1984)

El sexto y último pionero que vamos a abordar, es uno de los personajes más queridos y respetados de la ciudad de Ambato durante la pasada centuria. Abogado, periodista, formador de juventudes; cultivó la poesía, el cuento y el ensayo. Desempeñó las más importantes funciones públicas en su ciudad y en la provincia de Tungurahua, ámbitos geográficos a los que dedicó lo mejor de su vida y obra. De él se podría decir, sin temor a exagerar y en son de broma, que el único cargo que le faltó por ejercer en Ambato es el de obispo, y no lo fue tanto por sus convicciones ideológicas como por la sencilla razón que en 1942 se había casado con el amor de su vida: Judith Holguín Sevilla. Nos referimos al doctor Rodrigo Pachano Lalama.


Sin embargo de lo expresado, no vamos a tratar sobre ninguna de las facetas señaladas anteriormente, sino de una menos conocida en su ciudad y en el país, además en un campo del saber en el cual hasta la actualidad muy pocos ecuatorianos han incursionado, como es el del Derecho Aeronáutico, al extremo que Luis E. Yánez en su libro Derecho Aeronáutico Ecuatoriano, editado por la Casa de la Cultura en 1983, cita únicamente como bibliografía de nuestro país a la obra de Aurelio Carrera del Río, El Derecho Aeronáutico, su presente y su futuro en la legislación ecuatoriana, publicada en 1958 por la Universidad de Guayaquil.


La falta de antecedentes sobre esta materia, no fue obstáculo alguno para que Rodrigo la abordara. Es así como el 22 de noviembre de 1939, presenta, en la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad Central del Ecuador, su «tesis previa al grado de Doctor en Jurisprudencia», titulada Legislación Aérea», que abarca los siguientes temas: Revisión histórica; Crítica de los principales sistemas; Examen del Derecho Aéreo Internacional Americano; Acuerdos, Conferencias y Convenciones. Tesis que fue analizada por una comisión conformada por los distinguidos y recordados jurisconsultos Gonzalo Escudero, Carlos Salazar Flor y Luis Bossano, quienes en su informe sugieren que «sea aprobada con la nota DIEZ», y recomiendan «su publicación en los ‘Anales de la Universidad Central'».


Hemos revisado en forma personal en el Archivo General de la Universidad Central del Ecuador, para constatar si hay alguna tesis, en el ámbito del Derecho Aeronáutico, que hubiera sido presentada antes del 22 de noviembre de 1939, y no hemos obtenido ningún resultado positivo, tampoco en la tesis de Rodrigo Pachano se cita bibliografía alguna de autor ecuatoriano sobre la materia; inclusive, la única mención que se hace allí sobre fuentes ecuatorianas consultadas, son las «Conferencias de Clase (1934 – 1935)» del doctor Carlos Salazar Flor, las mismas que posiblemente deben haber versado sobre Derecho Civil Internacional o Derecho Penal Internacional, temas sobre los cuales, años más tarde, el doctor Salazar Flor publicó sendos libros. Todas estas investigaciones nos llevan a la conclusión que Rodrigo Pachano Lalama es el pionero de la investigación del Derecho Aeronáutico en el Ecuador.

Bibliografía

– Balarezo, Gabriela. Hermelinda Urbina, lera aviadora del Ecuador.
Revista Q. No. 34 de enero de 2013.
– Carrera del Rio, Aurelio. Legislación Aeronáutica Civil del Ecuador.
Guayaquil. 1963. (No hay más datos de edición)
– Carvalho-Neto, Paulo de. Diccionario del folklore ecuatoriano. Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana. 1964.
– Cobo Barona, Mario. Historia de un sueño realizado. Club Tungurahua100 años. Quito: Imprenta Mariscal. 2003.
– Estrada, Jenny. Hermelinda Urvina de Briones. La primera aviadora ecuatoriana. Diario El Universo, 16 de abril de 1995.
– Jácome Clavijo, Jorge. La Aviatriz. Tres artículo publicados en el Suplemento Cultural del diario El Heraldo, los días 31 de julio de 1994, y 7 y 14 de agosto del mismo año.
– Jácome Clavijo, Jorge. Cuentos y narraciones de Montalvo (estudio introductorio al libro Cuentos (Juan Montalvo). Ambato: Ediciones Casa de Montalvo (sin fecha de edición)
– Hahn, Osear. Fundadores del cuento fantástico hispanoamericano.
Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello. 1998.
– Pachano Lalama, Rodrigo. Legislación Aérea. Tesis Doctoral. Universidad Central del Ecuador. 1939.
– Pachano Lalama, Rodrigo. Obras Escogidas. Colección Guaytambo No. 1. Ambato: Talleres Gráficos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana
Núcleo de Tungurahua. Primera Edición. 1994.