Asustados los compadres

Preocupa que la mayoría no se preocupe de la corrupción campante en el Ecuador, proveniente de las esferas oficiales. Pero es un tema que nos debe doler más que la crisis económica, es que los dolores morales duran para siempre. Se dice cínicamente que la corrupción no es exclusiva de la revolución ciudadana, afirmación que termina en bendecir el robo grande, el pequeño, el peculado, el cohecho. Observemos que de la pobreza y de las estrecheces económicas los ecuatorianos siempre hemos salido adelante, pero lo que verdaderamente mata a un pueblo, a una nación, son los crímenes económicos, la falta de libertades y los prejuicios, sociales, raciales o religiosos.


La razón de la vista gorda ante la corrupción es que hay la creencia de que siempre ha triunfado la impunidad, que las cárceles están llenas de pobre gente pillada en delitos menores pero que los criminales inteligentes están en la calle si es que no continúan en altos cargos. No es tanto, pero el criminal en la calle o en el cargo es el más peligroso, y peor aún, lo que se da hoy en el Ecuador: los gobernantes son los defensores de aquellos criminales, o por omisión como lo es el Fiscal General. Hoy además vemos que conversan los encausados y los que se supone acusadores.


Y los que deberían ser los acusadores piden pruebas. La prueba es el contralor de la afirmación de las partes, se dice en Derecho. Acaso no es evidente la existencia de dineros depositados en las cuentas del ex ministro Pareja. ¿Acaso el Departamento de justicia americano no ha dejado sentado que hubo coimas de parte de Odebrecht a funcionarios del Gobierno entre 2006 y 2014?


Los que roban desde luego utilizan armas innobles y es cierto que peca tanto el que da como el que recibe, mas el daño es irreparable si se trata de los dineros fiscales, pues de ahí salen las coimas, pues aparte de que difícilmente se recuperarán en su totalidad tales dineros, el perjuicio y el mal ejemplo están dados. Peor si se quiere enlodar a todos, alcaldes, ciudadanos particulares, para desviar la atención. Víctor Hugo dice en su obra ‘Los Miserables’: “Los miserables buscan otros más miserables para sentirse menos miserables”.


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