BANALIDAD DEL MAL

Hannah Arendt fue una periodista alemana, que prestaba su talento al diario norteamericano The New Yorker. En 1961 fue destacada a Jerusalem, para seguir el juicio contra el Teniente coronel del ejército nazi, Otto Adolf Eichmann, acusado de crímenes de lesa humanidad, durante la Segunda Guerra Mundial. Este personaje fue encontrado culpable y condenado a la horca, lo que se cumplió en 1962.


Para Arendt, este nazi no era el “monstruo” o el “pozo de maldad”, tal como era considerado por la mayor parte de la prensa. Según sus artículos, los actos criminales de Eichmann no eran disculpables, tampoco lo declaró inocente, pero halló que esos actos no fueron realizados porque Eichmann estuviese dotado de una inmensa capacidad para la crueldad, sino por ser un burócrata, un funcionario eficiente que actuaba según las reglas del sistema, sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupaba por las consecuencias de los mismo, solo estaba pendiente del cumplimiento de las órdenes recibidas. Como todo funcionario eficiente, solo estaba preocupado por cumplir las órdenes y defender al “proyecto” y a sus líderes. Esto fue lo que ella llamó la “banalidad del mal”.


Esta concepción no mereció la aceptación de los ciudadanos de su época y se alzaron muchas voces en contra de esta visión. Según sus detractores, las personas pueden cometer crímenes horrendos simplemente cuando manipulan el discurso ético de una época. Personas como Eichmann, incluso voluntariamente, pueden pensar que están siendo parte de algo bueno, excepcional que se sustenta por un profundo quiebre histórico que transforma la historia de sus pueblos. Es el miedo, en unos casos, y la seguridad económica, en otros; los que llevan a los humanos a renunciar a su voluntad crítica y a sus principios éticos e ideológicos.


Guardando las distancias en tiempo y en la profundidad de la maldad, tendríamos que preguntar cuántos funcionarios, ministros, rectores de universidades, subsecretarios, directores o simplemente empleados de tal o cual empresa pública, Comandantes o acaso oficiales, que en tiempos recientes, pueden ser calificados como “eficientes”, pero que con sus actos abren la puerta a la “maldad” contra su sociedad.